La protectora de los malagueños, en procesión por las calles de Málaga

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Este domingo se celebra la fiesta de la patrona de nuestra Diócesis.

Su protección e intercesión ante los malagueños ha convertido a la Virgen de Victoria en patrona de la ciudad de Málaga y de la Diócesis. Así lo demuestra la historia. Y es que son muchos los episodios en los que la población malagueña ha recurrido a su amparo. Además de los actos que se celebrarán en torno al día de su festividad, el 8 de septiembre, la imagen también participará en el «Mater Dei», un acontecimiento que tiene lugar con motivo del Año de la fe los próximos 27 y 28 de septiembre y que consistirá en la exposición de todas las Dolorosas de la ciudad en besamanos. La Virgen de la Victoria permanecerá expuesta de manera especial en su santuario y basílica, aunque no bajará de su templete.

Estas iniciativas se unen a las celebraciones previstas en el día de su fiesta. El próximo domingo, 8 de septiembre, a las 11.30 horas, tendrá lugar la Eucaristía en la Catedral, presidida por el Sr. Obispo, en la que participará la Coral de Santa María de la Victoria. A las 19.45 horas saldrá el cortejo procesional por la Puerta de las Cadenas y las campanas de los templos malagueños repicarán en honor a la Patrona. La llegada de la imagen de la Virgen a la a la Basílica está prevista para las 23.30 horas.

A lo largo de la historia son muchos los momentos en los que los malagueños han recurrido a la Virgen de la Victoria para solicitar salud y consuelo. Epidemias y fenómenos meteorológicos adversos registrados entre los siglos XVII y XIX alentaron a la ciudadanía a organizarse en multitudinarias rogativas que hicieron crecer cada vez más su devoción hacia Ella. La maternal protección que durante esos duros episodios sintieron por parte de la Virgen hizo que el 8 de septiembre de 1867 fuera proclamada Patrona de la ciudad de Málaga y de la Diócesis.

Su patronazgo no es una casualidad. La historia avala este título. Aunque la devoción que le profesan los malagueños data desde que los Reyes Católicos la depositaran en la ciudad en agosto de 1487, no es hasta el siglo XVII cuando se empieza a recurrir a la Virgen de la Victoria de manera formal. Su primera salida en rogativa es en 1637, a causa de una epidemia de peste. Que la enfermedad imposibilitara la visita de los enfermos a su Santuario motivó que se solicitara su procesión en rogativa hasta la Catedral, donde permaneció seis meses, como detalla Jesús Castellanos en el libro «Santa María de la Victoria, espejo histórico de la ciudad de Málaga». Ya entonces la ciudad reconoció su intercesión con multitud de altares en las calles principales donde al anochecer se le cantaba la Salve. Es a partir de este momento cuando la presencia de la Virgen se erige como recurso de la ciudad ante cualquier coyuntura adversa. Y el pueblo sabía agradecerle su amparo ante estas inclemencias.

Entre ellas la que tuvo lugar ante una oleada de peste bubónica en octubre de 1678, cuando un mes después de declararse oficialmente el contagio, 176 convalecientes salieron del hospital para ir en procesión hasta el primer templo malagueño y finalizar su ruta en la iglesia de la Victoria.

AL TEMBLAR LA TIERRA

El pueblo también recurría a la Virgen de la Victoria ante inclemencias meteorológicas. Es el caso de dos terremotos que tuvieron lugar entre los siglos XVII y XVIII. El primero de ellos del 9 de octubre de 1680 asoló Málaga y su comarca. En este caso se promovió una multitudinaria rogativa que partió de la Catedral hasta la iglesia de la Victoria. El conocido terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755, que se dejó sentir en Málaga, no llegó a provocar una catástrofe en la ciudad, pero sí que cundiera el pánico. Esta vez, la ciudad hizo votos de celebrar cada 27 de noviembre una fiesta ante la imagen a la que consideraron protectora de la ciudad al verse libres de dramáticas consecuencias. Aunque esta tradición se perdió con el tiempo.

Ya en el siglo XVIII apareció la fiebre amarilla, epidemia que también dominó en el siglo XIX. Se padecieron tres brotes que motivaron una nueva salida en rogativa de la Victoria el 29 de noviembre de 1821. Se le llegó incluso a cantar el Te Deum. Curiosamente en el sermón de esta ceremonia se puso de manifiesto la providencial coincidencia de que la enfermedad empezase a remitir en el mes de septiembre, en torno a la festividad de la Virgen.

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