La Sagrada Escritura, el testimonio de fe y la familia prioridades para nuestra diócesis

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Ya están concretadas las prioridades diocesanas para estos próximos meses. Potenciar el conocimiento de la Sagrada Biblia y su acogida orante mediante el método de la Lectio Divina, fortalecer el testimonio cristiano y acrecentar la propuesta de la fe e iniciar una renovación de la pastoral familiar son los ejes centrales sobre los que pivotará la acción evangelizadora diocesana en sintonía con la necesaria coherencia evangélica como indica el Papa Francisco.

ACCEDE A LAS PRIORIDADES PASTORALES DIOCESANAS 2013-2014

La primera prioridad continúa la ya iniciada en los dos cursos anteriores, en los que hemos centrado nuestra atención en la Palabra de Dios en toda su amplitud que, como sabemos, no se reduce a la Sagrada Biblia, expresión escrita de la misma bajo la inspiración del Espíritu Santo. Este curso proponemos centrarnos en las Sagradas Escrituras como medio privilegiado para el encuentro y trato de amistad con el Señor. Queremos potenciar la difusión, el conocimiento y el uso orante de la Biblia, especialmente mediante el método de la Lectio Divina. Así contribuiremos a «que Jesucristo, la Palabra de Dios encarnada, se abra camino en el corazón de los hombres» (Verbum Domini, 1) potenciando una «espiritualidad auténticamente cristiana»(Ibid.,86; cf. Ibid., 25).

Todos estamos invitados a mejorar nuestro conocimiento de la Biblia, en comunión con la Iglesia, de quien la hemos recibido como Palabra de Dios y que nos ofrece su interpretación auténtica. Necesitamos seguir potenciando la dimensión bíblica de toda acción pastoral, para que ésta se nutra y vivifique de la misma. Además, es preciso continuar impulsando la participación en la Sagrada Liturgia, especialmente en la celebración de la Eucaristía, donde la lectura de la Palabra de Dios acontece de nuevo y la lectura orante de la misma encuentra su lugar privilegiado (cf. Verbum Domini, 86). Pero este curso pastoral queremos centrar nuestra atención en el uso del método de la Lectio Divina. Este método, recomendado vivamente por la Iglesia, es verdaderamente «capaz de abrir al fiel no solo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente» (Ibid., 87); es capaz de transformar nuestra vida, nuestra manera de pensar, sentir y actuar. Es necesario centrar los esfuerzos en el acompañamiento de los grupos que han iniciado la práctica de la Lectio, para consolidarlos y convocar a nuevas personas que quieran reunirse para practicar este modo de oración de manera personal y comunitaria.

Para facilitar la puesta en práctica de esta prioridad, nuestra Diócesis ofrece el libro Rema mar adentro, publicado por la editorial Verbo Divino. Su contenido plantea la misión y los diversos ámbitos donde proponer la fe. Esta obra, además de facilitar la familiarización con el método de la Lectio Divina y consolidar su práctica entre nosotros, puede ser un instrumento valioso que potencie la consecución de nuestra segunda prioridad.

TESTIMONIO CRISTIANO Y FE

Cada vez somos más conscientes de que evangelizar, es decir, anunciar a Jesucristo y proponer la fe «constituye la misión esencial de la Iglesia… su identidad más profunda»(Pablo VI, Evangelii nuntiandi [1975], 14). Obispos, sacerdotes, consagrados y laicos hemos sido enviados por el Señor a hacer discípulos (cf. Mt 28,10-20); todos somos corresponsables de esta misión, que es la de la Iglesia, y estamos llamados a contribuir a su realización, cada cual según vocación.

Por otro lado sabemos que no podemos seguir dando por supuesta la fe de las personas y que los cauces tradicionales de transmisión de la misma no resultan ya tan eficientes. Esta realidad, y la convicción de que la fe es la única respuesta salvadora para los hombres, lo mejor que podemos ofrecerles para su plena realización personal, hacen necesario e incluso urgente que centremos nuestros esfuerzos en «Mostrar la belleza de la fe y proponerla», como nos proponía la tercera prioridad del curso anterior. Prioridad en la que necesitamos seguir avanzando.

Como Jesús hemos de tener «compasión» de tantas personas que andan «extenuadas y abandonadas «como ovejas sin pastor» (Mt 9,36). Como a Jesús, el amor apasionado por la gente y el deseo de su plena realización y salvación nos tienen que poner en marcha, para ofrecerles la oportunidad de abrirse al don de la fe, aceptar a Jesucristo e incorporarse a la Iglesia.

Para esta misión es imprescindible que «el ardor apostólico», «que el celo pastoral» se avive y acreciente en nosotros hasta poder decir como San Pablo: «¡Hay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). Consciente de que esto es un don, el papa Francisconos ha invitado a pedir al Señor la parresia necesaria, el «fervor apostólico, que nos impulse a seguir adelante, como hermanos, a todos nosotros: ¡adelante! Adelante, llevando el nombre de Jesús en el seno de la Santa Madre Iglesia»(Homilía con ocasión de la fiesta de San Jorge,23.04.2013). Para evangelizar es necesario «partir siempre de la oración», «pedir, como los Apóstoles en el Cenáculo, el fuego del Espíritu Santo. Sólo la relación fiel e intensa con Dios permite salir de las propias cerrazones y anunciar con parresia el Evangelio. Sin la oración nuestro obrar se vuelve vacío y nuestro anuncio no tiene alma, ni está animado por el Espíritu»(Papa Francisco, Audiencia general, 22.05.2013). Además, en un mundo tan complejo y crítico como el nuestro, es necesario seguir potenciando la formación de los sacerdotes y de los laicos para dar un testimonio más coherente con la fe y hacer una propuesta más convincente de la misma.

Esta prioridad nos pide centrar nuestro esfuerzo y atención en los bautizados que no viven incorporados a la Iglesia, aunque participen ocasionalmente en algunas celebraciones. Son también cada vez más las personas que ni siquiera han recibido el sacramento del bautismo, ni acuden ocasionalmente a nuestras parroquias. Tampoco hemos de descuidar las acciones pastorales dedicadas a los que viven unidos a la Iglesia.

La opción que acabamos de mencionar requiere, por una parte, ampliar y mejorar el servicio de acogida de quienes se acercan a la parroquia y la calidad de las celebraciones en las que participan los alejados. Por otra parte, urge detectar posibles lugares de encuentro con quienes no vienen, buscar las ocasiones que nos permitan estar presentes, acompañarles y crear vínculos que propicien su apertura a la fe y la posibilidad de ofrecerles el primer anuncio misionero. A partir de la acogida y los encuentros hemos de invitarles a participar en procesos catequéticos de estilo catecumenal, que les permitan conocer e iniciarse en la experiencia de la vida cristiana, en la Iglesia.

Todos, especialmente las Delegaciones Diocesanas relacionadas con el apostolado laical, debemos promover y alentar una pastoral evangelizadora en los ambientes de estudio, trabajo, barrios, ámbitos sociales y políticos, zonas de marginación y pobreza, orientada a despertar la fe de los que no creen o a reanimarla en aquellos para quienes la fe ha dejado de ser el principio configurador de su vida. Además, es necesario potenciar una presencia eclesial, pública, encarnada, transformadora, que promueva el diálogo entre la fe y la cultura, entendida como todo lo que desarrolla las cualidades espirituales y corporales de la persona, tal como expresa el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 53). Igualmente es necesario cuidar el amplio mundo de los medios de comunicación actuales.

También hemos de aprovechar las visitas crecientes a nuestros templos y obras de arte, mostrando su belleza como expresión de la fe. Además es necesario cultivar todos los recursos culturales a nuestro alcance para mostrarla. El Señor nos precede y acompaña en la misión. Él tiene «un pueblo numeroso en esta ciudad»(Hch 18,10) y nos envía por delante de él, adonde piensa ir (cf. Lc 10,1). Con la intercesión y los cuidados maternos de la Virgen María, Madre de los apóstoles, podemos ponernos confiadamente en camino.

PASTORAL FAMILIAR

Desde hace tiempo venimos percibiendo la necesidad de dar una atención prioritaria a la Pastoral Familiar, dada la situación socio-cultural en la que desenvuelve la familia y la necesidad de dar respuestas pastorales a los nuevos retos que tiene hoy planteada para vivir y transmitir la fe.

Desde hace algunos años se ha ido forjando un cambio de perspectiva en la pastoral familiar. Ésta no se concibe hoy solamente como la realización de una serie de actividades relacionadas con la familia, ni con la oferta de cursillos para la preparación inmediata a la celebración del Sacramento del Matrimonio. El nuevo planteamiento pastoral propone establecer la vocación al amor como criterio pastoral; y proponer la familia como el ámbito adecuado para vivir la vocación al amor, que es respuesta al Amor que nos precede, aprendiendo a ser hijos, esposos y padres.

En nuestra Diócesis se han dado ya pasos significativos en los últimos años. Desde la Delegación diocesana de Pastoral Familiar se han ofrecido materiales para la preparación inmediata al sacramento del matrimonio. También se viene ofreciendo el Master en Pastoral Familiar y el servicio del Centro de Orientación Familiar.

Pero urge impulsar una pastoral familiar más extensa que dé respuesta a los desafíos que tienen que afrontar las familias. La Pastoral Familiar ha de ser la acción evangelizadora que realiza la Iglesia en la familia y con la familia, acompañándola en todas las etapas y situaciones de su camino. Es necesario anunciar de nuevo el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, porque en él se puede encontrar la respuesta a las aspiraciones más profundas de la persona y descubrir la esperanza que contiene la familia cristiana. Además, hay que hacer visible la familia como núcleo y fuente imprescindible para el bien social.

Hay que ayudar también a descubrir y a vivir una auténtica espiritualidad conyugal donde, a partir de la vocación al matrimonio y la familia, se pueda descubrir la condición cristiana de hijos, esposos y padres.

Finalmente, nuestra Pastoral Familiar tiene que ayudar a los esposos a vivir con profundidad y coherencia su vocación de padres; a educar a los hijos como discípulos de Cristo y como ciudadanos; a asumir la fe, dando testimonio de la misma en el mundo; y a contribuir a crear una sociedad más justa y fraterna. En este proceso los movimientos familiares presentes en la diócesis están llamados a desarrollar un papel importante. En este primer curso nos proponemos, sobre todo, la recepción más amplia y profunda posible de los documentos La verdad del amor humano y Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe.

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