Entrevista a la Superiora General de las HH. Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús

Diócesis de Cartagena
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La diócesis de Cartagena es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la catedral de Santa María, situada en la ciudad de Murcia.

María del Rosario García Díez: «venimos de Dios y qué mayor alegría que darnos a Él, que es el que va a responder a las ilusiones más grandes de nuestra vida».

Jamás pensó que estaría llamada a ocupar el cargo de Superiora General de una congregación. No obstante, no es la primera vez que ha sido escogida para esta misión. Tras celebrar su XVIII Capítulo General, el pasado mes de julio, la Madre María del Rosario García Díez ha sido elegida Superiora General de las Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, congregación que fue fundada por la Beata Madre Piedad de la Cruz en Alcantarilla (Murcia) en 1890.

Natural de Castrojeriz (Burgos), de 69 años, el recorrido apostólico de la Madre María del Rosario se extiende hasta el otro lado del océano. Su primera inquietud vocacional nace en Briviesca. A los 17 años comenzó su Postulantado en Burgos. Tras su noviciado en Alcantarilla, marchó a África, donde estuvo trabajando en un hospital del Aium (Sahara) durante 8 años. Hizo sus estudios de Enfermería en Madrid y Teología.

Entre las diferentes responsabilidades congregacionales fueren:

– Maestra de Novicias durante nueve años.

– Consejera General

– Durante el período que residió en Iznajar (Córdoba), colaboró activamente con la pastoral de la parroquia, evangelizando en las aldeas, abriendo cursos en las aulas, impartiendo catequesis y ayudando a los grupos prematrimoniales.

– Superiora General durante los años 1988 – 2000

– Ha sido también Delegada de América Latina coordinando las zonas de Argentina, Chile, Paraguay y Bolivia.

«Son caminos que nunca se esperan, y una se encuentra pequeña y débil pero confiando siempre en Él, que es quien dirige tu ruta, es como realmente se experimenta su presencia constante en este campo de acción» – asegura la Madre María del Rosario. Confiesa que en ocasiones, «se hace difícil, pero cuando se confía con temblor y temor, vas haciendo ruta y la experiencia de su cercanía es grande».

– ¿Cómo ha acogido la noticia de este último nombramiento como Superiora General?

– Con lágrimas, porque no me lo esperaba, y siempre hay dificultades en las Congregaciones que te hacen pasar por situaciones nada fáciles y que siempre el ser humano se resiste; pero sí me hice disponible, porque quiero seguir entregando mi vida.

– ¿Alguna vez pensó que un día podría ocupar un cargo así?

– Nunca. Yo siempre me he visto como una persona sencilla, pero una persona con muchas limitaciones, pequeña y no con estas capacidades que me parecía a mí que debe de tener una superiora, es como algo que se te desborda… Pero eso sí, creo que ante la debilidad, como dice San Pablo, es cuando la fuerza de Cristo está más interfiriendo en ti, porque siempre estás mirando hacia Arriba. Ante las impotencias que muchas veces se te presentan, le dejas a Él que haga. Cuando te crees algo, es cuando tomas tus iniciativas salen mal.

– ¿Cómo acogió usted la llamada del Señor a esta vocación religiosa?

– Siempre he sido una persona muy alegre. Me ha gustado apasionadamente la música, y el baile…¡no te digo nada! Pero se han ido dando pasos en mi vida. Siempre he tenido una atracción muy fuerte, desde cuando estaba en el colegio, con una de las profesoras que nos daba clase de Religión, era una mujer muy comprometida. Solía estar muy atenta a los temas que me daba y me apasionaba interiormente.Ése es un punto de referencia. Pero era una chica corriente, para mí el baile, la relación con todos… era vital. Una persona en la que su pasión era la calle, los grupos y la diversión. El primer impulso que tuve fue con San Francisco de Asís, en una novena de las que hacían allí en Briviesca, fui con mi madre y me tocó interiormente, habló maravillosamente el religioso. Pero eso se me pasó enseguida con mis fiestas y mis cosas. Más tarde, la novena de la Inmaculada influyó fuertemente e hice un giro en mi vida. Eso fue a los 14 o 15 años.

Durante dos años me dirigió un sacerdote de Burgos, me hizo conocer la vida de Madre Piedad. Yo estaba metida ya en los grupos del Corazón de Jesús. El Corazón de Jesús es el que me apasionó… me dejó un libro este sacerdote y cuando lo leí «en esta congregación siempre tendré misericordia», ¡fui rápida! «Me voy con estas religiosas»- pensé; no terminé de leer. E ingresé en la Congregación a los 17 años.

– ¿Qué diría usted que define a una Hermana Salesiana del Corazón de Jesús?

– El Carisma nuestro es la Misericordia, la Providencia y la Cruz. Madre Piedad tiene una aparición del Corazón de Cristo, que le hace ver y experimentar el amor a la humanidad y ella se hace disponible y se ofrece como víctima: «si me quieres a mí, aquí me tienes». Respondiéndola: «Funda, que de ti y de tu Congregación siempre tendré misericordia».

Presentar a la humanidad el Amor de un Dios Providente, que nunca nos abandona y al Corazón de Cristo reflejo del Padre que ama al hombre tal y como es, llevando la cercanía y el apoyo a los más pobres y débiles será nuestra Misión.

La Cruz será el libro que nos enseñe, la entrega y el amor asume la dificultad, es más, está por encima de ella, que es como Cristo en ese exceso ama a la humanidad. Las virtudes que han de marcar nuestra vida son la sencillez, la humildad y la obediencia.

– Para este nuevo curso, ¿algún objetivo en particular?

– Sí, el primero que tenemos es hacer el Plan del Consejo General, para todas las comunidades y según el Plan del Consejo, basado en las exigencias del Capítulo, llevarlo a las Comunidades. El Tema del Capítulo ha sido: «Cimentadas en el Corazón de Cristo para una Nueva Evangelización: Urgidas para la Nueva Evangelización». Es vivir la experiencia en Corazón de Cristo, que nos debe apasionar, por la entrega que ha tenido en disponibilidad al Padre, para el bien de la humanidad y desde ahí llevarlo a la misión.

Tenemos ya proyectado un gran campo de acción, de encuentros con hermanas, con responsables, de las comunidades, para que surja esta vivencia de la nueva evangelización en los diferentes campos que vamos a tener; y luego el amplio abanico que hay en la formación, que tenemos que cuidar mucho, para que la vocación sea esa proyección pasional de una persona que sigue a Cristo, y en ese seguimiento adquiere un ardor por el encuentro con Él, una ilusión y una entrega. Sólo así se puede dar una evangelización, sino es difícil.

– ¿Qué le pediría al Señor para su Congregación para este período que comienza?

– Le pediría, por una parte, la ilusión en ese Amor que es el que realmente debe de llenar nuestra vida. Esa interioridad profunda, que es la que ha de marcar nuestras rutas. Y desear que vivamos en esa unidad, en esa profundidad carismática, para que llevemos ese celo profundo.Que a la gente le demos lo que le está faltando, ese abandono y ese conocimiento de Dios, que sabe que es el único necesario en nuestras vidas, que vivamos por aquel que interroga nuestra vida.

Yo creo que es un punto de referencia muy exigente: «hacednos disponibles, para darnos totalmente a la vocación a la que hemos sido llamadas, desde el don que hemos recibido, que es el Carisma, y ser pregoneras de este mismo, desde la experiencia que abarca nuestro corazón.» Creo que eso es lo más importante. Es importante, la unidad en la vida comunitaria: tanta desunión en las familias, si nosotros no vivimos desde el amor, desde la paz, ese vínculo de alegría, pues difícilmente llegamos a estos jóvenes que muchas veces se encuentran desesperanzados.

– ¿Qué mensaje daría para la sociedad de hoy?

– Yo llamaría a la juventud, que no tenga miedo. Porque nacemos o venimos de Dios y qué mayor alegría que darnos a Él, que es el que va a responder a las ilusiones más grandes de nuestra vida. Yo les invitaría a seguir este camino, que sí es verdad que a veces no nos ven con la suficiente «garra», o profundidad que ellos desean, o con sus lenguajes; pero ellos también son portadores de esos nuevos lenguajes, marcando esta ruta de las Congregaciones. En este caso, como Hermanas Salesianas, en este camino en especial, desde este don recibido de la Madre Piedad, a través del Corazón de Cristo.

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