El pasado 8 de mayo se celebró el 25 y 50 aniversario de la ordenación sacerdotal de once sacerdotes diocesanos, en una celebración presidida por el Arzobispo, Mons. Javier Martínez, junto a las reliquias de San Juan de Ávila.
El Seminario Mayor «San Cecilio» acogió la jornada sacerdotal el martes por la mañana, coincidiendo con la presencia de las reliquias de San Juan de Ávila, patrón del clero español, y próximo Doctor de la Iglesia universal.
Tras el rezo de la hora intermedia por los sacerdotes diocesanos, el acto comenzó con la conferencia «San Juan de Ávila y nosotros», que impartió María Encarnación González Rodríguez, Directora de la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española y Postuladora de la Causa del Doctorado de San Juan de Ávila.
Al término de la charla, el Arzobispo felicitó a los sacerdotes que celebraban el 50 ó 25 aniversario de su ordenación sacerdotal, y les obsequió con una placa conmemorativa. Los sacerdotes que celebraron el 50 aniversario de su ordenación fueron: D. Andrés González Villanueva, D. Antonio Guerrero Álvarez, P. Antonio Maldonado Correa, S.I., D. Francisco Cruz Reinoso, D. José López López, D. José Antonio Noguerol Alonso, P. José María Martín Flores S.D.B., D. Manuel Martínez Rodríguez y D. Pedro Gallegos Díaz. Por otro lado, D. Blas Gordo Jiménez y D. Mario Sixto Picazo celebraron el 25 aniversario de su ministerio.
Eucaristía de acción de gracias
Para dar gracias a Dios por los aniversarios y las vocaciones de los sacerdotes diocesanos, celebraron la Santa Misa, que, junto con las reliquias de San Juan de Ávila, presidió el Arzobispo, Mons. Javier Martínez.
En su homilía dirigida a los sacerdotes, Mons. Martínez: «Nosotros hoy damos gracias al Señor por haber sido redimidos por Cristo y damos gracias también por el don especialísimo y único del sacerdocio, que nos ha incorporado a Cristo, nos ha unido a su designio de salvación».
El arzobispo citó varias veces al Maestro Ávila: «San Juan de Ávila subraya la necesidad de que la Iglesia, especialmente los sacerdotes, sean padres y madres para los fieles».
Y añadió: «Vuelve a ser necesario volver al centro, vuelvo a ser necesario no perdernos en cuestiones secundarias y poder ser testigos pobres, sin duda, pequeños, pero verdaderos, del amor de Dios por los hombres, por cada hombre y por cada mujer».