Peregrinación diocesana a la beatificación de Juan Pablo II en la ciudad del Vaticano.
“Una experiencia inolvidable” fue como definió Javier José Jiménez, sacerdote encargado de la peregrinación diocesana a la beatificación de Juan Pablo II, lo vivido en la ciudad del Vaticano por las casi cuarenta personas desplazadas allí desde Tenerife. “El ambiente -señaló- era impresionante, muy festivo. Fue una pasada ver la marea humana en las calles. Me quedo sin palabras al transmitir lo vivido allí. Ha sido todo un regalo que nos ha tocado el corazón”.
Personas de diferente color, edad y lugar llenaron las calles de esta hermosa y pequeña ciudad con alegría y profunda fe. En la vigilia de oración previa a la beatificación, en el Circo Máximo, unos cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes, estuvieron unidos por un mismo sentir y amor a alguien que testimonió la resurrección durante su vida. “En la oración –señaló Jiménez- tuvimos muy presentes a todos nuestros hermanos que quedaron en nuestra tierra canaria, especialmente a los enfermos, a los jóvenes, a los que están pasando por diversas dificultades sociales y familiares”.
Jiménez añadió que en el día de la beatificación, volvieron a resonar con emoción honda aquellas palabras de Dios en los labios del hoy ya beato Juan Pablo II: ‘No tengáis miedo: abrid las puertas a Cristo’. “Dos hermosos carteles, de los muchos que engalanaban Roma, decían: "HOMBRE, PAPA y BEATO" y "GIOVANNI É VITA" (Juan Pablo II está vivo)… Y eso es lo que realmente vivimos. Este hombre de Dios vive eternamente en Cristo” –indicó Jiménez.
Por otro lado, Javier José destacó que había muchos jóvenes porque “este Papa los marcó profundamente en su corazón”.