Ministerio diaconal

Diócesis de Córdoba
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D. Juan José Asenjo pide a los nuevos diáconos su entrega humilde por el bien de la Iglesia.

Doce alumnos de los seminarios diocesanos cordobeses, San Pelagio y Redemptoris Mater, recibieron el ministerio diaconal, de manos de D. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla y Administrador Apostólico de Córdoba, en una ceremonia a la que asistieron más de dos mil personas que quisieron celebrar este día de gozo para nuestra Iglesia diocesana.

Jesús Enrique Aranda Cano, Juan Luis Carnerero de la Torre, Francisco José Delgado Alonso, Carlos Jesús Gallardo Panadero, Francisco Manuel Gámez Otero, Carlos Giménez Albiach, German Balmore Gómez Santos, Manuel Jiménez del Valle, Jesús María Moriana Elvira, Antonio Navarro Carmona, Jaime Porras Arrebola y Héctor José Sánchez Pérez son los nuevos diáconos ordenados el pasado 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la Santa Iglesia Catedral en la que se han comprometido a dedicar sus vidas al servicio del Altar y de la caridad.

Recordando la Solemnidad mariana, D, Juan José Asenjo manifestó que “con el dogma de la Inmaculada Concepción, la Iglesia afirma que María fue preservada de todo pecado y que vino a la existencia ya del todo Santa”. Esta fiesta de la Purísima Concepción “nos recuerda que la peor contaminación que existe en nuestro mundo es el pecado, un mensaje, que hoy más que nunca, es urgente recordar y proponer”. Añadió que “nuestro mundo tiene miedo de todo, menos del pecado; teme la contaminación atmosférica, el cáncer, las pandemias, la guerra atómica, el terrorismo, los secuestros y se lamenta de la crisis económica, pero no le da miedo ni lamenta la blasfemia, y la expulsión de Dios de la vida pública, la guerra a Dios, que es el eterno, el omnipotente, que es todo amor”. D. Juan José afirmó que esta contaminación moral, más grave, incluso, que la contaminación atmosférica, influye también en nosotros, los creyentes, y produce un adormecimiento de la conciencia, una especie de anestesia espiritual, ya que “no reconocemos el pecado como el peor mal”.

Recordando las palabras de San Pablo, destacó que “Cristo murió por nuestros pecados; de manera que si eliminamos el pecado, la redención de Cristo y el significado de su muerte encarecería de sentido”. Por lo tanto, sacerdotes, consagrados y laicos estamos llamados “a ser santos e inmaculados, es nuestro único y verdadero destino,  es el proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros y sobre la Iglesia”.

Dirigiéndose a los ordenandos, D. Juan José les pidió entregar la Palabra de Dios, “sin arrancar páginas, sin reduccionismos, sin corromperla ni adulterarla, meditarla y orarla os preparará para servir en la celebración de la Eucaristía”. La Virgen Inmaculada “es el arquetipo y modelo de vuestra consagración a la obra y a la persona de su Hijo”. María “es modelo de la disponibilidad que en esta tarde os pide la Iglesia” al aceptar solemnemente vuestro propósito de vivir el celibato apostólico, la castidad perfecta por el Reino de los Cielos y la dedicación exclusiva al servicio de la iglesia diocesana.

Asimismo, les pidió no buscar nunca en su ministerio el poder, el éxito y el dinero: “No busquéis recompensa alguna, sino la entrega humilde de vosotros mismos por el bien de la Iglesia, siguiendo las huellas de Jesús, sirviendo a los fieles, especialmente a los más pobres, de modo desinteresado y gratuito”. Por ello, dijo: “Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos, pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a entregar su vida en rescate por todos”. Y añadió “que este sea siempre vuestro lema y el norte de vuestra vida: Siervos y servidores”, con la protección maternal de la Virgen Inmaculada, la mejor garantía de perseverancia, fidelidad y de fecundidad espiritual apostólica.

Tras la homilía, los doce candidatos realizaron públicamente las promesas de colaborar en el ministerio del orden sacerdotal, de vivir el misterio de la fe con alma limpia, de celibato y de obediencia al Sr. Obispo y sus sucesores. Tras la plegaria de ordenación, los nuevos diáconos fueron revestidos por sus padrinos y recibieron el Evangelio como símbolos del ministerio de la palabra que están llamados a ejercer hasta el próximo 26 de junio en el que serán ordenados presbíteros.

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