Queridos diocesanos:
Un año más me es más que grato escribiros unas letras ante el Día del Seminario. Que en nuestra diócesis, si Dios quiere, celebraremos el próximo día 19, Solemnidad de San José, y el domingo día 20, coincidiendo con el Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa.
El Seminario es una institución central en la vida de nuestra Iglesia diocesana, en su doble vertiente de Seminario Menor y Seminario Mayor, que bien merece el cariño, la oración y la cooperación apostólica y económica de cuantos somos y nos sentimos miembros de nuestra Iglesia diocesana. No deja de ser llamativo que los primero que se nos dice a los obispos sobre el Seminario en el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos sean esta indicación: «Entre todas las instituciones diocesanas, el Obispo considere la primera el seminario y lo haga objeto de las atenciones más intensas y asiduas de sus ministerio pastoral, porque del seminario dependen en gran parte la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal de la Iglesia».
Nuestro Seminario -Menor y Mayor- merece bien nuestro cariño. Y es muy importante que todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana -presbíteros, consagrados y fieles laicos, en general- le demos nuestra estima, nuestro afecto, nuestro calor, porque, agradecidos al Señor debemos sentirnos todos por esta querida institución, que, con la formación de los futuros pastores tanto contribuye a la vida y desarrollo de nuestra diócesis, y agradecidos debemos sentirnos también a los formadores y a cuantos hacen posible el desarrollo de nuestro Seminario Diocesano.
En cuanto a la oración, siempre he visto que es el capítulo más importante en la marcha de nuestro Seminario. La oración, individual y comunitaria, que en tantas partes de la diócesis se eleva continuamente a Dios Padre por su Hijo Jesucristo en el mismo Espíritu por nuestro Seminario, ha sido y es, sin duda, la fuente de las mejores gracias con las que Dios ha bendecido nuestro Seminario. No la dejemos nunca. Ojalá nunca deje de brotar del corazón de muchos diocesanos, especialmente los enfermos y los niños.
Finalmente, la cooperación apostólica y económica con nuestro Seminario sigue siendo vital para la vida del mismo. Entiendo aquí, por cooperación apostólica, la sensibilidad por las vocaciones al sacerdocio diocesano que, gracias a Dios, tiene entre tantos seminaristas del Seminario Mayor, tantos sacerdotes, tantos consagrados y tantos fieles laicos, plena vigencia. Esta sensibilidad, juntamente con la oración, me parecen a mí las dos claves más importantes de la relativa abundancia de vocaciones al sacerdocio diocesano de la que hemos podido gozar en nuestra diócesis. De ahí que, juntamente con la oración, quisiera, con estas letras, exhortar a seminaristas mayores, presbíteros, cuya misión en este campo es particularmente significativa, consagrados y fieles cristianos laicos, especialmente a profesores de religión, catequistas y miembros de asociaciones y movimientos apostólicos, a seguir cuidando esta sensibilidad y proponer la venida al Seminario Mayor y Menor a niños, adolescentes y jóvenes, que puedan dar indicios suficientes de ser llamados por el Señor.
Todos sabemos muy bien qué significa cooperar económicamente, tanto con nuestra generosa aportación en la colecta a favor del Seminario, como de otros muchos modos que son bien conocidos. No creo que haga falta insistir más en este punto. Nuestro Seminario necesita el apoyo económico de todos los diocesanos. Particularmente, porque son muy altos los gastos de mantenimiento del Seminario Menor, del que, por una parte, se celebra este año, justamente, el 60º aniversario de su fundación en nuestra diócesis, y que, por otra, ha resultado ser tan vital en la maduración de aquellos alumnos que de algún modo han manifestado signos de vocación sacerdotal y cuyo peso en el número total de los presbíteros ordenados en nuestra diócesis ha sido y es tan alto.
Cariño, oración y cooperación apostólica y económica necesita hoy y seguirá necesitando siempre nuestro Seminario. Algo que no le ha faltado hasta hoy. Y confío en Dios y en mis diocesanos que nunca le faltará.
A nuestros seminaristas del Seminario, Menor y Mayor, les corresponde ser esos seminaristas generosos y entregados, como María, tal y como se lee en el cartel de este año para el Día del Seminario, con las alusiones a la Inmaculada Concepción de la Virgen María en este 150º Aniversario de la proclamación del dogma y a la Eucaristía en este Año de la Eucaristía. Y por eso, mirando a María y partiendo de la Eucaristía, podríamos añadir que les corresponde ser también humildes, serviciales, orantes, gratuitos, transparentes… Estos seminaristas queremos y por estos seminaristas tenemos que pedir en nuestra diócesis sin cansarnos.
En manos de San José y de la Virgen María, quiero poner una vez más el presente y el futuro de nuestro Seminario. Invocando también la intercesión del Santo Hermano Pedro, del Beato José de Anchieta y de los Beatos Ignacio Acevedo y compañeros, Mártires de Tazacorte, reitero mi exhortación a todos los diocesanos a prestar al Seminario el cariño, la oración y la cooperación apostólica y económica que merece.
Siempre vuestro en Jesucristo,
† Felipe Fernández García
Obispo de Tenerife