El sacerdote Ángel Cristo Arroyo es el actual Consiliario de Familia y Vida y párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Priego de Córdoba y sus aldeas. En las próximas líneas nos abre su corazón para conocerlo más a fondo.
¿Qué te llevó al sacerdocio?
Desde pequeño me llamaba la atención el sacerdocio y “jugaba” a imitar al párroco de mi pueblo, D. Manuel Cuenca López. Él un día me invitó a ser monaguillo, y me llevó a conocer el seminario menor, pero los miedos y el no querer irme de mi casa… me alejó del seminario y de responderle generosamente al Señor. Pero como el Señor “no se cansa de esperar”, años después, vinieron unos seminaristas a Zuheros de pastoral y volvió a despertar en mi la llamada al sacerdocio, ingresando en el Seminario Mayor en septiembre del 2002.
Y, ¿cómo conociste a Jesucristo?
Pues fue principalmente en mi casa, por medio de mis padres y mis abuelos. Es cierto que tengo que destacar a mi madre, ella desde que yo era muy pequeño me llevaba siempre a misa y me enseñaba a rezar. Después con la ayuda de los profesores del colegio y los catequistas de la parroquia. Tampoco puedo olvidar a una mujer buena que vivía entregada a la parroquia, Sierrita, ella me enseño a rezar el rosario y a descubrir a Jesús vivo en el Sagrario.
¿Cómo describirías tu vida sacerdotal?
Apasionante. Me encanta mi vida sacerdotal y si volviera a nacer, y Dios me siguiera eligiendo, volvería a entregarla por los demás en el sacerdocio.
¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que has enfrentado como sacerdote?
No he tenido grandes retos, Dios me lo ha puesto demasiado fácil, pero por destacar algo: el inicio de mi ministerio en Almedinilla, “mi primera novia”, junto a D. Enrique Díaz. Él tenía 73 años y yo llegaba con 23 años… pero supimos adaptarnos bien, y tengo que reconocer que él me enseñó a forjar el sacerdote que hoy soy.
¿Qué experiencia como sacerdote te ha dejado más impactado?
Toda nuestra vida es una experiencia impactante: consagrar el cuerpo y la sangre de Cristo, perdonar los pecados, estar cerca del que sufre o no le encuentra sentido a su vida… pero una que me cuestionó mucho fue la muerte de una gran amiga, Manoli, que muy joven dejaba a Julio y sus tres hijos muy pequeños. En aquel momento, no entendía como ella, después de todo lo que había vivido en y por la Iglesia tenía que morir… pero ahora sé que es una de mis grandes intercesoras desde el cielo.
¿Cuál consideras que es la tarea más difícil para un sacerdote?
Ser una verdadera imagen de Jesucristo, Buen Pastor.
¿Y la más fácil?
Ser alegres.
Procedes de un pueblo Zuheros, relativamente pequeñito, ¿cómo se vive la fe en una comunidad así?
Uff, pues la cosa ha cambiado un poco… cuando yo era pequeño en estos pueblos se vivía la fe con gran normalidad. Todo el mundo era creyente, y se vivía una gran religiosidad. No había que hacer grandes cosas, si no vivirlo. Hoy, la realidad ha cambiado.
Tuviste la oportunidad de cursar estudios en Roma sobre matrimonio y familia. ¿Qué supuso esta etapa en tu vida?
Pues aunque yo no estaba muy convencido (jeje), tengo que reconocer que fue una experiencia extraordinaria: descubrir la catolicidad de la Iglesia, conocer hermanos sacerdotes de distintos lugares del mundo, estar junto al Santo Padre… y sobre todo seguir formándome en aquello que tanto me gusta.
Ahora, como Consiliario diocesano de Familia y Vida, ¿qué debe tener presente en todo momento un sacerdote para ayudar a las familias, más hoy en los tiempos que corren?
Siempre recuerdo como una de las tentaciones que tuve antes de mi ordenación era el plantearme el matrimonio, los hijos… pero entendí, que Dios no me llamaba al matrimonio, pero sí me llamaba a llevar los matrimonios a Dios. Y esa es una, o si no la principal, tarea del sacerdote: llevar todas las personas a Dios, y yo destacaría que fundamentalmente a los matrimonios y a las familias. Hoy, más que nunca, vemos como el matrimonio y la familia están siendo atacados por tantos frentes, y a la vez, reconocemos como la familia es fundamental en la transmisión de la fe, en ir forjando la personalidad y la madurez de los hijos, en sembrar en ellos las virtudes y los valores que manan del evangelio y que construyen una sociedad mejor. Por tanto, la familia tiene que ser prioritario en el ministerio sacerdotal ya que si tenemos familias cristianas tendremos sujetos cristianos y viceversa.
Por último, actualmente estás al frente de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Priego de Córdoba. ¿Qué ha sido para ti este encargo pastoral?
Tengo que reconocer que cuando D. Demetrio me lo comunicó, me sorprendió. Me sorprendió porque la Parroquia de la Asunción había tenido venerables sacerdotes: D. Manuel Cobos, D. Pedro Crespo… y ahora destinaban a un joven sacerdote, con poca experiencia y donde tenía que asumir una gran responsabilidad. Pues como S. Pablo fui “con temor y temblor”, pero reconozco que Priego es un gran regalo de Dios y como dice un hermano sacerdote: “es un oasis espiritual”. Ciertamente que no todo es fácil y siempre hay complicaciones, pero tengo que reconocer que todo es más llevadero cuando se trabaja en equipo, y yo tengo la suerte de tener a mi lado a unos hermanos sacerdotes entregados, a unos consagrados edificantes y a una gran multitud de laicos que aman su parroquia y que se entregan por la nueva evangelización. Como ya he dicho, soy muy afortunado.
Perfil personal
Nombre completo: ÁNGEL CRISTO ARROYO CASTRO
Edad: 34 AÑOS
Lugar de nacimiento: ZUHEROS
Un recuerdo de tu niñez: Jugar en la calle
Define tus años en el seminario: Divertidos e inolvidables
Tu comida favorita: Patatas con huevos y ajitos
Tus aficiones y gusto: Pintar, ir al cine, estar con los amigos
Tu mejor amigo: Varios hermanos sacerdotes: Sergio, Jose Antonio, Bernardo… y como nos decía D. Antonio Prieto: “Pon una familia en tu vida sacerdotal”, yo tengo la suerte de tener grandes familias que considero más que amigos.
Tu cura: D. Gaspar Bustos y el que fue mi párroco, Jacob Martín
Un deseo: La santidad sacerdotal
Rezas por…: Todas las familias de nuestra diócesis, por mis delegados diocesanos ¡qué gran regalo de Dios! Las familias de mis parroquias y especialmente por todas aquellas que están sufriendo y que acuden a nuestros centros de orientación familiar.