Carta del arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo
Queridos hermanos y hermanas:
Los Cursillistas de nuestra Archidiócesis conocen muy bien el aprecio y afecto que tanto un servidos como el señor Obispo auxiliar profesamos a los Cursillos de Cristiandad, que con su metodología peculiar de «primer anuncio», han sido y siguen siendo en Sevilla, en España y en la Iglesia universal, un camino providencial de conversión y de gracia, de formación y de vida cristiana, un camino de encuentro con el Señor, de santidad y de impulso apostólico. Por ello, han merecido el aprecio y estima de los Papas y de los Obispos, viendo en ellos una realidad providencial, suscitada por el Espíritu Santo en la Iglesia, y una ayuda inapreciable en su misión evangelizadora.
A partir de los Cursillos muchos cristianos han descubierto «lo fundamental cristiano»: Jesucristo, como Señor de nuestras vidas; la fe, como luz que todo lo ilumina y embellece; la Iglesia, como regazo materno que nos ha engendrado como hijos de Dios y que nos permite vivir comunitariamente la fe; y los sacramentos como manantial purísimo que nos refresca, purifica y fortalece para el testimonio, para actuar como fermento en la sociedad y para anunciar a Jesucristo a nuestro mundo. Para muchos cristianos, el Cursillo ha sido además camino de reencuentro con la Iglesia y con las comunidades parroquiales.
Hoy son muchos los Cursillistas que colaboran en los consejos pastorales parroquiales, en la catequesis, en la pastoral de enfermos, en la pastoral penitenciaria y en Caritas. Muchos están presentes como cristianos en la vida cultural, en la política, en la escuela y en el mundo empresarial y laboral con un marchamo apostólico y evangelizador.
La evangelización es hoy la primera urgencia pastoral de la Iglesia. En un mundo como el nuestro que ha perdido la experiencia de Dios y en el que Dios ha desparecido del horizonte de la vida diaria para tantos contemporáneos nuestros, los cristianos no tenemos tiempo que perder. Nada necesita nuestro mundo con más urgencia que a Jesucristo, camino, verdad y vida de los hombres, fuente de sentido y esperanza para el mundo.
Por ello, todos, también los laicos, están llamados a la Nueva Evangelización, a anunciar a Jesucristo a nuestro mundo con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones, con la palabra explicita, sin miedo, sin vergüenza, sin complejos, y también con el testimonio luminoso, convencido y convincente de la propia vida. Como afirmara el papa san Juan Pablo II poco antes de su muerte y nos lo ha repetido Benedicto XVI y el papa Francisco después, la evangelización del siglo XXI, o se hace con los laicos, o no se hará. Así sucedió en los primeros compases de la vida de la Iglesia. Junto a los Apóstoles colaboraron centenares de laicos anónimos. Conocemos algunos nombres, como los de Aquila y Priscila, matrimonio amigo de san Pablo, pero fueron otros muchos.
Nuestra Archidiócesis necesita más que nunca al Movimiento de Cursillos para evangelizar los ambientes, siendo fermento evangélico en la vida familiar y profesional, en el barrio y en el tiempo libre. Por ello, animo a todos los cursillistas a robustecer su compromiso apostólico, que hoy es una verdadera prioridad si queremos trasformar nuestra sociedad según el corazón de Dios. Evangelizar es, queridos cursillistas, vuestra razón de ser, como lo fue en la vida de san Pablo, vuestro patrono.
He mencionado en el título de esta carta semanal a las Hermandades y he insinuado la conveniencia de establecer una alianza benéfica entre Cursillos y Hermandades. Las Hermandades son en nuestra Archidiócesis una realidad extraordinariamente importante, que los Obispos queremos reconocer y apreciar. Son camino de vida cristiana para muchos fieles y dique contra la secularización, que entre nosotros es mucho menos intensa que en otras latitudes geográficas. A lo largo de los años de mi servicio a Sevilla he insistido mucho en tres aspectos determinantes de la vida cofrade: la vida espiritual recia del cofrade, su formación continuada y su compromiso apostólico. La mayoría de nuestros cofrades pueden crecer, como les piden los documentos de la Iglesia, en vida espiritual, en amor al Señor, en formación cristiana y en conocimiento de los misterios de nuestra fe para poder dar razón de su esperanza y poder anunciar a Jesucristo con obras y palabras. No insisto en el servicio a los pobres, que junto con el culto a los sagrados titulares son los flancos más positivos de nuestras hermandades.
No sería un disparate si Cursillos y Hermandades establecieran una alianza nada convencional ni solemne, fruto del dialogo entre los responsables de ambas instituciones para ayudarse mutuamente y aprovechar las propias sinergias al servicio de la Iglesia y de la Nueva Evangelización. Unos y otros pueden contar con el apoyo de los dos Obispos, dispuestos a apadrinar esta iniciativa.
Con la esperanza de que estas modestas sugerencias no caigan en saco roto, para los cofrades y los miembros del Movimiento de Cursillos, mi saludo fraterno y mi bendición,
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla