Protejamos la creación, protejamos al hombre

Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández

La sensibilidad por el cambio climático y el cuidado de la creación va creciendo ante los datos que nos aportan los entendidos. Hay fenómenos cuyas causas no están todavía determinadas, pero hay ciertamente pobrezas que coinciden con las zonas más desprotegidas del planeta tierra. Una industria descontrolada, una sociedad puramente consumista llevan al descarte de otras zonas o a la explotación incontrolada de los recursos, a la deforestación y a la contaminación de las aguas, además de los cambios climáticos que no garantizan el riego necesario, padeciendo enormes sequías.
El Papa Francisco en muchas de sus intervenciones y sobre todo en su encíclica Laudato Si’ (2015) nos llama la atención sobre este problema en el que la fe no puede quedar indiferente, y en el que la caridad nos lleva a tomar partido claramente en favor de la naturaleza, tal como Dios la ha creado para el hombre. Proteger la creación es un imperativo divino para el hombre, y del quebrantamiento de esta santa ley de Dios se derivan males para la creación y para los hombres que la habitan. Y los que más sufren son los pobres de la tierra. “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, dice el lema de este año propuesto por Manos Unidas, Campaña contra el hambre en el mundo.
Manos Unidas llega cada año para recordarnos algún aspecto del hambre en el mundo. Hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios, que están íntimamente relacionadas. Es legítimo acentuar una, pero sin olvidar las demás, sin olvidar al hombre en su integridad. El respeto de la naturaleza creada y el consiguiente respeto de todos los recursos del planeta tiene su fundamento más profundo en Dios que lo ha creado como casa común para el hombre. Esa es la verdadera ecología, el cuidado de la casa común, como un don de Dios para el hombre. No se trata de absolutizar la creación como si fuera un dios, al que adorar. Se trata de ver a Dios en ese don que nos hace, y corresponder con amor al don recibido, respetando y acrecentando la belleza de tal don, de la creación. “Mil gracias derramando, …(el esposo) prendados los dejó de su hermosura” (S. Juan de la Cruz). “Alabado seas mi Señor… por el sol, el agua, la tierra… por los que perdonan por tu amor y sufren” (S. Francisco de Asís).
Cuando se pierde esta perspectiva, no es fácil frenar los intereses egoístas de quienes tienen y manipulan los recursos de la tierra. Las diferencias son notables: los países ricos consumen y contaminan, los países pobres ven que sus recursos son cada vez más escasos y sufren el atropello de los países ricos, de su contaminación, de sus intereses egoístas. O, pasando del anonimato a lo personal, cada uno de nosotros debemos respetar con cariño la naturaleza que nos rodea y ayudar a quienes se sienten ahogados en medio de la basura del mundo.
Manos Unidas no se lamenta ni incita al odio contra nadie, sino que estudia el problema, ve sus causas y raíces y sale al encuentro de las personas que padecen el desastre de la naturaleza aportando las soluciones que están a nuestro alcance y que son muchas más de lo que parece. La caridad cristiana no es sólo una ayuda puntual, sino que bien organizada lleva al estudio de las causas, lleva a la denuncia de los males y lleva a la propuesta positiva de proyectos, que puedan aliviar a muchos. Manos Unidas hace eso continuamente. Llegan ahora los días intensos de su campaña anual, denunciando los males y sus raíces y proponiendo soluciones concretas a casos concretos, en los que cada uno de nosotros y toda la comunidad cristiana puede implicarse.
Seamos generosos, nos hace bien a nosotros y hacemos mucho bien a los más pobres de la tierra. El saneamiento de las aguas, los pozos, el riego que hace posible los cultivos. La educación para el buen uso de la tierra, la promoción de la mujer en tantos lugares donde su dignidad es pisoteada, la educación de los niños para garantizar un futuro mejor, el anuncio del Evangelio como buena noticia del amor y del perdón. La propuesta de una visión transcendente incluso de los materiales con que nos abastecemos. La presencia de Dios en todo este asunto nos hace más solidarios con nuestros hermanos más pobres, que habitan el planeta.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández

Obispo de Córdoba

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