El Arzobispo pide “evangelizar con el testimonio” en la Jornada de la Vida Consagrada

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

La Catedral hispalense acogió ayer, 3 de febrero, la Eucaristía por la Jornada de la Vida Consagrada, instituida por el papa Juan Pablo II en 1997 para visibilizar el aprecio de la Iglesia por este género de vida.

La Misa estuvo presidida por el Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, y en ella participaron más de 500 personas entre religiosas, sacerdotes, consagrados y fieles laicos.

Monseñor Asenjo comenzó su homilía agradeciendo la “colaboración generosa” a la Archidiócesis de más de un centenar de religiosos sacerdotes, de alrededor de mil quinientas religiosas de vida activa, con un número estimable de miembros de institutos seculares y sociedades de vida apostólica y un pequeño grupo de vírgenes consagradas, que “trabajáis con abnegación en la escuela católica, en la pastoral de la salud, en la cárcel, en la catequesis o en el servicio a los pobres”. Destacó, así mismo, la presencia y oración constante de las casi 300 monjas contemplativas presentes en la Iglesia diocesana, y aseguró que ocupan un “puesto eminente en el Cuerpo Místico de Jesucristo” y que son “el corazón de la Iglesia”.

A continuación, el Arzobispo disertó sobre la secularización de la sociedad actual, que profesa una cultura “ensimismada y cerrada a la trascendencia”. Ante este hecho, monseñor Asenjo exhortó a comprometerse con la Nueva Evangelización, “primera urgencia pastoral de la Iglesia”, incluso en las “viejas cristiandades occidentales” que hoy se han convertido en “verdaderos territorios de misión”. Al respecto, don Juan José agradeció el servicio que los consagrados presentes en la Archidiócesis ofrecen a los empobrecidos, y reconoció sentirse “orgulloso” por el testimonio “espléndido que estáis dando en nuestros barrios”. En esta línea, instó a evangelizar “con la palabra explícita, sin miedo ni vergüenza, y también con el testimonio luminoso, atractivo y convincente de nuestra propia vida”.

El Arzobispo concluyó su homilía haciendo referencia a las vocaciones a la vida consagrada, pidiendo que sean muchos jóvenes “limpios, alegres y generosos” que descubran e inicien este camino.

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