Mª Francisca Sánchez Vara (Madrid, 1970) dirige la Sección de Trata de Personas de la Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE y también colabora en la Sección de Infancia y Juventud en Riesgo. A los 35 años se planteó un cambio en su vida: «me motivó la inquietud de dedicar mi vida a ser útil a los demás».
«La trata de personas, una realidad que nos interpela”, fue el título de la charla que desarrolló en las Jornadas de Pastoral Social celebradas en la Diócesis de Málaga. ¿De qué manera nos tiene que interpelar a los cristianos?
En primer lugar, hay que decir que la trata de seres humanos y la explotación es un atentado contra la dignidad de la persona y una grave violación de sus derechos fundamentales. Los cristianos tenemos la obligación de defender esa dignidad, ya que por esa dignidad la persona es un valor «en sí mismo, y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa» (Juan Pablo II). Nosotros somos los instrumentos de los que Dios se sirve para comprometernos a erradicar este problema que esclaviza a tantas personas y ayudarles en su proceso de liberación a todos los niveles.+
Es una realidad sangrante de nuestro mundo. ¿Cómo es posible que siga existiendo?
Es una realidad sangrante y creciente. Las causas de la trata son diversas y existen muchos elementos que confluyen para que se siga produciendo este delito. La trata consiste en la captación de personas en países con unas circunstancias determinadas, generalmente son países pobres, con pocas oportunidades, con apenas posibilidades de educación y formación, etc. Una vez captadas, las personas son trasladadas a los países de destino donde se les explotará para diversos fines. En España, la mayor parte sufrirá explotación sexual (un 90% de ellas son mujeres y niñas) y también, aunque en menor medida, para la explotación laboral, comisión de delitos y mendicidad. Esta es otra de las razones que permiten que en pleno siglo XXI se sostenga una industria de la esclavitud.
Estamos en plena celebración de la Navidad época para muchos de fiesta y desenfreno, ¿es también una época más propicia para la trata, el comercio sexual, el maltrato? ¿Es otra cara de la fiesta en la que celebramos el Amor de Dios hecho carne?
Sin duda que esta es otra cara de la fiesta. Hemos de tener en cuenta que en los últimos años, la demanda de sexo de pago se ha incrementado considerablemente entre los más jóvenes, pasando a ser una forma más de diversión para los fines de semana. Es una cuestión de dinero y de poder; el que tiene dinero tiene el poder de dominar las relaciones y de divertirse a su capricho. Estas fechas navideñas no van a ser ninguna excepción en este estilo de ocio, por llamarlo de alguna manera. Pero no solo la Navidad, sino cualquier motivo que lleve aparejado una celebración traerá consigo fácilmente ésta forma tan particular de “celebrar”. Posiblemente estas fechas tan significativas y entrañables para muchos, sean por muchos motivos las más dolorosas para todas aquellas personas que viven esclavizadas y explotadas. No sé si será la otra cara de la fiesta, pero sí me parece que la Navidad es una oportunidad para, como Iglesia y cristianos, pararnos un poco y reflexionar sobre lo que realmente significa la encarnación. Porque Dios se ha hecho carne para liberar a quienes viven esclavos, y su Encarnación adquiere rostro de persona sufriente que clama a nosotros y nos interpela, para que nos dejemos liberar liberando a quienes nos piden ayuda».
Encarni Llamas Fortes