En estas fechas muchos se olvidan de lo realmente importante y se dejan llevar por el consumismo, los banquetes y los excesos. Por eso, la Iglesia Católica invita a vivir una Navidad santa y una buena y bonita forma de hacerlo es con la bendición del Belén en casa, así como de la mesa de Nochebuena y la de Navidad.
Bendición del Belén en casa
Reunida la familia, el padre o la madre dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén
La persona que dirige a celebración dice:
Alabemos y demos gracias al Señor, que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
La persona que dirige dispone a todos para la bendición y puede utilizar estas palabras:
Durante estos días contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad.
Después, uno de los miembros de la familia lee el Evangelio de Lucas 2, 4-7ª.
Oración de bendición
Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste el mundo que nos entregaste a tu único nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este nacimiento y a la comunidad cristiana que está aquí presente, para que las imágenes de este belén ayuden a profundizar en la fe a los adultos y a los niños. Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Bendición de la mesa en Nochebuena
Leemos: Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre.
Uno (preferiblemente el más joven) dice: La Palabra se hizo carne. Aleluya.
Respondemos todos: Y acampó entre nosotros. Aleluya.
Bendición de la mesa en Navidad
Leemos: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendías posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón.
Uno (el más joven) dice: La Palabra se hizo carne. Aleluya
Respondemos todos: Y acampó entre nosotros. Aleluya.