Rafael Pérez Pallarés, delegado diocesano de Medios de Comunicación Social, entrevista a los sacerdotes diocesanos. En esta ocasión a José Amalio González Ruiz, nacido en 1971 en Málaga y ordenado en 2004.
¿Qué te parece si empezamos con algo sencillito? ¿Para qué vivimos? ¿Por qué y para qué estamos aquí?
A bote pronto se me viene a la mente aquello que dice San Pablo “para mí la vida es Cristo”. (Flp 1,21) pero respondiendo desde una dimensión más humana, diría que el sentido de mi vida es Jesucristo y su mensaje de salvación, y en concreto desde mí, ser sacerdote el sentido de mi vida; es colaborar en que el amor de Dios llegue a todos los hombres y mujeres que pasan por mi vida, desde mi conciencia clara de limitación y debilidad, en especial a los alejados.
¿Sabe alguien qué es la vida y qué sentido tiene?
Todos somos buscadores de la felicidad y cada cual cree encontrarlo en alguna situación, ya que no podemos hablar de lugar físico. El sentido profundo de la vida es sentirse bien con uno mismo en nuestra relación con nuestro entorno cercano y lejano. Al decir “sentirse bien con uno mismo” no me refiero a la satisfacción egoísta, sino a la conciencia de que mi vida responde a ese ideal que tengo y que mi conciencia continuamente me demanda. Este ideal para mi es Jesucristo y cómo él se sitúa con su entorno: personas, acontecimientos…
Hemos rezado que la vida es un valle de lágrimas. ¿Así es?
La vida no es un valle de lágrimas, sino que en ocasiones nos encontramos con situaciones que nos provocan un profundo dolor y sufrimiento. Pero aceptando esta realidad me acojo a aquel texto del salmo 22 “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo”. Dios, Jesucristo, la fuerza de su Espíritu, es quien me impulsa a abrirme constantemente a la esperanza.
¿Estamos aquí para hacer méritos para la otra vida y para glorificar a Dios?
Vaya. En esta pregunta se contiene una palabra que yo personalmente eliminaría de la liturgia y del discurso cristiano: méritos. La experiencia cristiana no puede basarse en nuestros méritos, sino en nuestra colaboración con la gracia de Dios; pero es Dios quien es nuestra fuente de inspiración, por lo que la glorificación es únicamente al Dios trinitario como rezamos en la liturgia.
¿Qué aporta a tu vida el Evangelio?
Sin querer resultar pedante, el Evangelio es mi vida, donde descubro mis aspiraciones de felicidad y donde encuentro el ideal de mi vida, Jesucristo.
¿Debe un hombre vivir para los demás, o eso es un mito cristiano humanista que no tiene nada que ver con la ley natural?
Hemos de respetar a aquellos que no han tenido la oportunidad de descubrir el amor de Dios y que se sitúan en la vida desde otra perspectiva. Pero el ser humano que no se abre al otro se empobrece y cae en el egocentrismo que disminuye el sentido de la vida. Termino cada día la Misa con esta frase que resume la espiritualidad cristiana: “sed felices, haciendo felices a los demás”.
¿Quiénes son los enemigos de la vida?
Bueno básicamente lo que los creyentes llamamos pecado: el egoísmo, la violencia, el rencor, el odio… Espiral en la que podemos vernos arrastrado cualquiera.
También el enemigo puede ser uno mismo, ¿no crees?
Bueno sí, si caemos en el egoísmo
¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?
¿Lo más inteligente? (suspira) comprender la realidad que te rodea
¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote?
Siempre hemos de estar con actitud de aprendiz. De igual manera como sacerdotes, pero no solo en el Seminario, sino también en cualquier acontecimiento de la vida iluminada desde los valores del evangelio.
¿Crees que sabes vivir?
Lo intento. Procuro no encerrarme en prejuicios, estar abierto siempre a lo nuevo, a lo actual. Y muy importante para ello es vivir con agradecimiento por todo lo recibido.
¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?
Bueno considero que siempre somos susceptibles de entrar en una crisis, porque es parte de la vida. Es muy importante no tener miedo, ser optimista, vivir con sentimiento, pero también con cabeza. Eliminar los impulsos y reflexionar y discernir todo cuanto nos ocurre. Abrirte a quienes te pueden ayudar a ver las cosas desde otra perspectiva.
En este momento de la vida en el que estás ¿crees que te ha queda algo por hacer?
¡Madre mía! Me siento muy satisfecho con mi vida. No soy nada nostálgico y asumo que no todo se puede conseguir en la vida. Que hay que prepararse para el fracaso y la frustración y saber perdonarse para continuar el camino, siempre aprendiendo de todo. Me queda algo muy importante que no es otra cosa que vivir intensamente el puro presente mientras exista.
¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?
Mi vida, mis ilusiones, mi libertad; pero sobre todo porque todavía no he llegado a vivir acomodado en ciertas seguridades, lo cual espero que nunca llegue.
¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy?
La vida es un continuo desafío, pero quizás como nos dice el Papa Francisco el gran desafío es salir de lo de siempre, salir al encuentro de los otros. Es necesario una iglesia, local o universal sin miedo, humilde y cercana que sepa acompañar a todos los hombres y mujeres en su caminar. No es tiempo de condenar, de cerrar puertas, sino de proponer lo que creemos con nuestras palabras y nuestra vida.
¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?
Entramos en las confesiones: quizás la pena al saber que uno no es lo que debería. Es la incoherencia. También la falsedad y vivir en la apariencia.
¿Cómo podemos escapar de las falsas necesidades?
Es complicado hablar de necesidades, porque el ser humano tiene muchas necesidades para realizarse como persona. Pero es cierto que nos creamos necesidades que realmente no lo son y que a veces nos agobian. Seguimos siendo esclavos del qué dirán.
¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?
Lo que me importa de verdad es la gente, las personas, y no me importa nada lo que los demás piensen de mí. Pero esta respuesta es muy pobre. Me importa mucho ser fiel o no a Jesucristo.
¿Quién Jesucristo para ti?
Ya lo he respondido, lo es todo, es mi ideal, incluso en mis pobrezas y pecados. Nunca siento a Dios lejos de mi.
¿Te gusta complicarte la vida?
No es que me guste, es que no lo puedo evitar. Necesito implicarme para sentirme bien conmigo mismo.
¿Cómo te gustaría morir?
O celebrando la eucaristía (sabiendo que con ello iba a liar un follón) o acompañando a alguien en su dolor
¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?
Bueno, pues que confíe, que Dios nunca falla, aunque no lo sintamos en el momento. Que sea valiente. Y que Dios desea que seamos felices dándonos a los demás. Mi vocación despertó cuando en un grupo cristiano compartimos el texto de Lc 4, 18: “El espíritu de Dios está sobre mí…”
¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?
Amén
¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?
El ver como en nuetsras comunidades cristianas vivimos aferrado a lo de siempre y falta la apertura de Dios que es total actualidad por la acción del Espíritu Santo. También ser un obstáculo entre Dios y los hombres, por ello como decía el cantautor cristiano Martín Valverde, suelo rezar diciendo “Señor, ilumíname o elimíname”. No hace falta ponerse radical.
¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal?
¿Sueñas? ¿Piensas en Dios? ¿Piensas en la gente?
¿Qué le falta al presbiterio diocesano?
Este presbiterio ya no es el de hace unas décadas, ha cambiado mucho por las circunstancias que nos rodean. Nos falta fraternidad y sinceridad
¿La felicidad es una pasión inútil e imposible?
Es un camino que necesitamos recorrer y en el que cada paso es crucial
¿Dónde encuentras la felicidad?
En todo aquello que me da paz interior, ese don de Dios que nos da para descubrir su presencia en nuestra vida.
¿Eres un sacerdote dócil?
Depende de lo que entendamos por docilidad: si es asentimiento ciego, no; si es que estoy abierto siempre al diálogo y a la comunión, sí
Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?
Nunca he sentido el peso de la soledad en 14 años de sacerdote, porque he vivido siempre abierto al otro, compartiendo inquietudes. Además, cuento con aficiones que llenan mi vida.
¿Tienes algún hobbie que te rescate del hastío?
Como decía antes, practico el deporte, de forma especial la cetrería que es mi gran pasión. También me encanta el bricolage, la cocina, las reuniones con la gente.
A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?
Sí, totalmente y además ser el sacerdote que soy, aunque algunas cosas barrería si tuviera aquella escoba de la que cantan, y que la única solución que he encontrado es el arrepentimiento y el abrirme al perdón de Dios y de los hombres.
Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?
Querido Chaplin tienes un gran corazón, pero quizás te faltó bajar del escenario y poner los pies en la tierra. Pero no te preocupes esto no pasa a todos, no perdamos la esperanza.
Cuando nos preguntamos por el sentido de la vida nos solemos poner muy serios. ¿La trascendencia está reñida con el humor, o también el humor es una manera de afrontar las grandes preguntas?
El amor y el humor son las grandes claves en la relaciones sociales, quién no ama es porque no se ha sentido amado y no sabe qué es el amor, de la misma manera, quien no se ríe, incluso de sí mismo es porque no ha descubierto el humor que hace reír. Quizás hemos perdido la esencia del payaso que disfruta haciendo reír.
Si es que cuando lo escucho mi alma se remonta como un albatros…
Rafael J. Pérez Pallarés