El obispo auxiliar de Getafe, Mons. José Rico Pavés, impartió el jueves 29 de noviembre una charla bajo el título “Teología del Martirio” en el Centro Cultural Nuevo Inicio. El acto sirvió como broche de clausura del Ciclo de conferencias homenajes al 450º aniversario de los Martirios de las Alpujarras.
Mons. Rico Pavés comenzó recordando un pasaje de la primera encíclica del pontificado del Papa Francisco, Lumen Gentium, redactada en su mayoría por el Papa emérito Benedicto XVI, en donde se apuntaba cómo para los mártires de la antigüedad cristiana, la fe era como una madre, ya que de ella se producía un nacimiento: “la fe engendraba en ellos la vida divina, una nueva experiencia. Una visión luminosa de la existencia por la que estaban dispuestos a dar testimonio público. La fe se convirtió en luz para aquellos que entregaban su vida, dando testimonio de Cristo”.
¿El martirio es un suicidio?
La ponencia abordó las objeciones que otras visiones del ámbito de la psicología podían albergar con respecto a la figura de un mártir, entendido muchas veces como alguien que entrega su vida simplemente a un ideal religioso. “Tanto en los mártires cristianos que mueren perdonando, como los mártires musulmanes, que mueren matando. Habría un recurso psicológico idéntico, que sería el desprecio de la propia vida en virtud de una causa que se considera mayor”. Por otro lado, algunos expertos en el ámbito de la psiquiatría ha considerado incluso el martirio como una forma de “suicidio crónico”.
Sin embargo, la paradoja es que el mártir cristiano no va buscando la propia muerte: “El mártir sabe que ha recibido la vida como don, y no le corresponde a él terminarla. El suicida se apropia del don de la vida y, olvidando que no se debió a él su origen, se cree soberano para determinar su final”. El martirio y el suicidio no pueden por tanto confundirse. Esa confusión no es además sino un obstáculo para poder ver en los mártires un modelo para su vida de fe.
Por otro lado, está delante la objeción de si no sería más noble el plantar cara, por un amor a la defensa de la propia vida. Detrás de esa crítica se esconde un “al escándalo de la cruz, a la fortaleza de la debilidad y al mensaje mismo de las Bienaventuranzas”. “Para Nietzche, el sermón de la montaña hace del cristianismo una religión del resentimiento, como la envidia de los cobardes e incapaces, que no están a la altura de la vida, y quieren vengarse con las Bienaventuranzas exaltando su fracaso e injuriando a los fuertes, a los que tienen éxito y a los afortunados”. El testimonio de los mártires será siempre escándalo frente a los poderosos de este mundo y una “proclamación gozosa de que la fuerza se realiza en la debilidad”.
La memoria de los mártires
El obispo auxiliar de Getafe planteó entonces una pregunta fundamental “¿Tiene sentido recuperar la memoria de aquellos que murieron habiendo pasado tanto el tiempo? No falta quienes piensan que su recuerdo solo sirve para reabrir viejas heridas, aun cuando se reconoce la respuesta admirable de quienes murieron perdonando”. Puede incluso darse el caso de quienes consideran que el mismo perdón proclamado por los mártires en su entrega, exige mirar al futuro sin detenerse en hechos pasados. Recordar las atrocidades cometidas contra los mártires no sería para ellos más que una forma de reabrir de nuevo un debate entre bandos enfrentados, dentro de cualquier momento histórico.
No obstante, Mons. Rico Pavés, señaló la importancia de resituar a los mártires en su justa memoria, como todos aquellos de las Alpujarras, en distintos contextos históricos, para superar todos estos equívocos. “El recuerdo de los mártires es memoria agradecida del triunfo del amor más grande. Un amor que no construye bandos sino que fomenta reconciliación, precisamente porque no se alimenta del deseo de revancha sino del perdón”. Por eso la canonización de un mártir no puede suponer una injusticia para nadie, sino un bien para toda la humanidad.
Jesús es el primero de los mártires y su pasión el modelo y fundamento de todos los cristianos. El perdón de los mártires hacia sus verdugos, es así una reactualización e identificación de esos mártires con el propio Cristo, que además es fermento de vida para la comunidad de los hermanos, que son impresionados “por la fortaleza de espíritu de los que lucharon”.
El mártir no es un superhéroe
Un mártir nunca es alguien que da ejemplo de un acto de valentía en nombre de la fe, sino que es aquel que “se sabe sostenido en todo momento, por la oración y por la vida de la Iglesia”, matizó el obispo. “Aunque a los ojos del mundo el odio vence, el amor manifiesta su grandeza en la debilidad de la ofrenda”. Los mártires no son entonces “superhéroes al estilo del mundo, que ni sienten ni padecen”, sino que se trata de personas “cuyo amor ha superado el propio sufrimiento y han recibido con un don el mismo camino de Cristo”.
El acto y, con él el ciclo, quedó clausurado con la intervención espontánea del arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, que leyó ante los asistentes una carta que testimoniaba la experiencia de uno de los mártires cristianos desde la cárcel en Vietnam durante el s. XIX. Siendo este país, a día de hoy, el lugar en el que se producen más conversiones de adultos cada año.
Ignacio Álvarez
Delegación de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada