Los trabajos de conservación de la capilla de Santiago de la Catedral de Sevilla han llegado recientemente a su fin, después de más de seis meses de intervenciones. La iniciativa, patrocinada por el Cabildo Catedral, ha tenido un coste de poco más de noventa mil euros.
El trabajo de mayor envergadura ha sido el que se ha efectuado en el sepulcro del Arzobispo Don Gonzalo de Mena y Vargas, fundador de la Cartuja sevillana. Natural de Toledo, en el último tercio del siglo XIV ocupó la sede arzobispal de la capital hispalense, donde murió en el año 1401. Así queda reflejado en la placa de piedra encastrada en el muro norte de la capilla, situada justamente encima del lugar en el que se encontraba adosado el sepulcro. Éste, de gran valor artístico, ha sido objeto de diversos traslados a lo largo del tiempo, “no siempre en las mejores condiciones”, apuntan desde la Catedral. Como consecuencia de ello son numerosas las lesiones y transformaciones sufridas en diferentes partes.
De la trayectoria vital del sepulcro se conocen documentalmente algunos episodios. Ubicado inicialmente en la Catedral, desde allí se trasladó a la Cartuja en el año 1594, posiblemente por obras en la misma. Allí estuvo hasta la Desamortización de Mendizábal (1836) y después de unos años inciertos, se volvió a instalar en la Catedral, probablemente en el año 1849, si bien dentro de ésta, cambió también de localización desde la cripta del Sagrario a la capilla de Santiago. Aquí se dispuso adosado al muro colindante con el Patio de los Naranjos, lo que siempre hizo pensar que estaba incompleto, ya que el sepulcro, de estilo gótico y realizado en alabastro policromado, fue concebido como una obra exenta, que contaba con un total de catorce escenas en los paños laterales, de los cuales sólo se podían apreciar nueve, distribuidas entre las tres caras visibles.
La restauración integral ha comprendido el desmontaje del sepulcro y su colocación en el centro de la capilla, devolviéndolo a su ubicación original, en la que se pueden contemplar sus cuatro lados. En su interior se encontraron tres escenas de su cara oculta, además de todas las piezas del basamento.
El objetivo de la intervención ha sido la puesta en valor del sepulcro, recuperando su posición original, devolviéndole así la integridad física y estética, además de su ubicación histórica, aspectos que se habían perdido o modificado, debido a la degradación sufrida en los distintos traslados y en intervenciones parciales realizadas anteriormente. Además, la acción de la humedad transmitida por la piedra del muro norte y por el suelo han sido también causantes de alteraciones y daños significativos. En la nueva disposición el sepulcro ha quedado aislado de estas humedades.
Hay que destacar que el sepulcro, en origen, estuvo dorado y policromado, capas decorativas de las que aún se conservan algunos vestigios. De ellos se tomaron micromuestras para ser analizadas y poder determinar su composición y su cronología.
Junto a las piezas de alabastro encontradas en el interior del sepulcro aparecieron los restos del Arzobispo, que se hallaban dentro de una caja de plomo. Dichos retos han sido objeto de un estudio antropológico que ha proporcionado importantes datos sobre algunas probables patologías que sufriría el prelado. En el interior de la caja de plomo aparecieron algunas piezas de otra caja de madera, la cual ha sido sustituida por una nueva, en la que se han colocado sus restos.
También se han restaurado una serie de piezas metálicas halladas en el interior del féretro: ocho monedas, una placa de plomo con una inscripción que data el traslado del sepulcro a la Cartuja y otro elemento de plomo, posiblemente el remate de un báculo. Estos objetos hallados, quedarán expuestos próximamente en esta capilla.
Además del sepulcro, se han intervenido también otros elementos que se encuentran en el muro norte. El principal es el relieve de la Virgen del Cojín, obra de los talleres de la familia Della Robbia, realizada en cerámica vidriada. En esta intervención, aparte de su limpieza, se han adecuado antiguas reintegraciones que cubrían parte de la superficie del relieve original.
Igualmente, se han restaurado dos placas de mármol con inscripciones y una hornacina con forma de mandorla, tallada en la piedra del muro norte, con restos de dorado y policromado, perteneciente al remate de un antiguo sepulcro que existió en el arcosolio existente en dicho muro, perteneciente al Arzobispo Alonso de Toledo, fallecido en 1366.
Por último, se ha llevado a cabo una labor de mantenimiento y conservación preventiva del retablo de esta capilla, realizado por Bernardo Simón de Pineda en el año 1663 para albergar el cuadro que había pintado Juan de Roelas en 1609. En él se representa al Apóstol Santiago en la Batalla de Clavijo. En el ático o remate de este retablo, se sitúa un lienzo de Valdés Leal en el que se representa el Martirio de San Lorenzo. Sobre la mesa de altar se encuentra una urna con un grupo escultórico de madera policromada que representa La Piedad, obra del barroco final español del siglo XVIII.