El 2 de febrero se celebraba la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, este año bajo el lema, «La vida Consagrada, encuentro con el Amor de Dios». Como cada año, un buen número de consagrados de la Diócesis, y miembros de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica celebraron esta Jornada con una Eucaristía, que estuvo presidida por el Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro, en el Sagrario de la Santa Iglesia Catedral, y concelebrada por el Delegado Episcopal de Vida Consagrada, D. Manuel Alfonso Pérez Galán y el salesiano, D. Ramón Moreno Ordóñez.
La Liturgia de la Palabra estuvo participada por miembros de distintos institutos de vida consagrada y de la CONFER, y el Evangelio lo proclamó el Delegado Episcopal.
Homilía
En su homilía, Don Amadeo quiso transmitir su alegría por tantos carismas de vida consagrada en la Diócesis y les recordó que esa vocación no la podrían llevar a cabo sin la Iglesia. «Familia que sois en la Iglesia del Señor». Recordó que es el Señor quién los ha llamado, «Vuestra vida es también una presentación ante el amor misericordioso del Señor». El Obispo explicó que «El Señor no sólo nos ha llamado, sino que ha venido a nuestra vida. Y ha venido enamorado de mí, y enamorado de cada uno de nosotros, y además acompañado por el Espíritu y con un carisma concreto.» En este sentido, el Prelado recordó que la vida de cada uno de los consagrados es la «historia de un enamoramiento, pero a la vez el amor de Dios es universal, abierto a todos, pero siempre con la mirada puesta en los más pobres, en los más humildes y en los más débiles». Para finalizar, Monseñor Rodríguez Magro pidió a los religiosos y religiosas que pusieran su consagración y su carisma al servicio de la Iglesia diocesana, «una Iglesia diocesana que os ama, porque estáis sirviendo al Pueblo de Dios, que camina en la Diócesis de Jaén».
Al finalizar, los consagrados recordaron su entrega total, generosa y amorosa a Dios, renovando los tres votos de la consagración: pobreza, obediencia y castidad.
Cuando terminaron de esta renovación de su consagración, el Prelado jiennense se dirigió a todos los presentes agradeciendo su labor en la Iglesia. «Agradecemos a Dios nuestra vocación consagrada, una luz que el amor del Padre ha encendido en nuestros corazones, para que alumbre a todos los de Casa. Los diversos carismas y las distintas formas de consagración son presencia y concreción elocuente del amor que Dios ha derramado y con el que ha embellecido a su Iglesia».
La oración de los fieles elevó plegarias por la Iglesia y el Obispo; por los jóvenes que buscan al Señor; por las vocaciones; por las familias para que sean transmisores de fe y por los institutos de vida consagrada, para sean auténticos testigos de la Resurrección y gozosos anunciadores del Evangelio en nuestro mundo.
En las ofrendas, junto al Pan y el Vino, se entregaron una alianza «signo de nuestra total pertenencia al Señor», y unas Constituciones de Congregación de Vida Consagrada, «concreción de nuestro proyecto evangélico de vida y respuesta al compromiso ante la Iglesia desde la adoración y el servicio».
Después de la Comunión, el Obispo los animó a perseverar en su camino de entrega plena al Señor, para después hacerse una foto de familia.