El párroco de San Gabriel de Málaga capital y escritor, Lorenzo Orellana, nos ofrece sus oraciones ante los principales misterios del Belén.
ANUNCIO CON CORAZÓN
Madre, ante el anuncio de la Encarnación de Jesús, quedaste turbada, mas no perdiste la calma, pues oíste lo que Gabriel te decía, y preguntaste, y aceptaste que Dios actuara a su manera en ti. Gracias, María.
Madre, Gabriel se dirigió a ti con un apelativo que le dictó el cielo: Llena de gracia: plena de la presencia de Dios. Y tú aceptaste la palabra del ángel y ofreciste al cielo la tierra de tu huerto, y el Espíritu Santo plantó el Verbo de la vida en ti, y Dios se hizo carne de nuestra carne, Verbum caro factum est. Y el Verbo se hizo carne. Gracias, María.
Madre, sobran las palabras. Que el silencio me postre ante tu Hijo, el Hijo del Padre, Dios hecho hombre en ti, por nosotros. Amén.
NACIMIENTO CON CORAZÓN
«Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer…, para que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios», dice san Pablo.
Madre, san Pablo se extasió ante el nacimiento de tu Hijo y dio en la diana. Su nacimiento no fue solo un acontecimiento histórico que evoca el pasado. No. Aquel tiempo pone al descubierto el valor definitivo que tiene para todos los tiempos, y por eso Pablo lo llama: la plenitud del tiempo, es decir, el tiempo para todos los tiempos.
Gracias, Madre, porque, como dice san Bernardo: «La fuente de la sabiduría, el Verbo del Padre, estaba en los cielos. Fue aquel Verbo el que por tu mediación se hizo carne». Por tu mediación. Por eso, yo adoro en silencio, el nacimiento de tu Hijo, el Verbo del Padre. Gracias, Madre. Amén.
VISITA CON CORAZÓN
«No temáis, os anuncio una buena noticia, que será la gran alegría para todo el pueblo». Esas son, según san Lucas, las primeras palabras que el cielo envía a los pastores.
Madre, cuando Gabriel se dirigió a ti, dijo: alégrate, porque la alegría es fruto del amor. Y qué bueno que el cielo se dirija a los pastores anunciándoles una gran alegría, pues donde Dios llega, allí se adelanta la alegría.
Madre, tú eres la causa de nuestra alegría. Y, hoy, yo quisiera que todos nosotros, toda la diócesis, toda la Iglesia, nos sintiéramos como los pastores y recibiéramos, como nuestras, las palabras del ángel: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Madre, que el silencio nos postre ante el pesebre de Jesús, tu Hijo. Amén.
ADORACIÓN CON CORAZÓN
Madre, al darnos a Jesús nos mostraste con los Magos que, el camino que lleva hasta tu Hijo arranca en la búsqueda, prosigue con la escucha y el seguimiento de su luz, para alcanzar el encuentro donde tú nos presentas al Hijo. Gracias, Madre.
Los Magos, como los pastores, al ver la luz de la estrella se llenaron de inmensa alegría, entraron en la casa, vieron al Niño con María, se postraron y le ofrecieron sus regalos, dice el evangelio.
Madre, solo nos queda el silencio, para acoger la Palabra entrañable, que nos salva: el Hijo eterno de Dios sosteniendo la esperanza. Silencio. Te adoramos, Jesús, para gloria de Dios Padre. Amén.