Cerca de 700 personas participaron el viernes en la Eucaristía, que tuvo lugar en la parroquia de Santa María de Gracia de Cartagena, como acción de gracias por los mártires vicencianos, beatificados el sábado 11 de noviembre en Madrid. La celebración comenzó con la enumeración de los doce nuevos beatos mártires: Pedro Gambín Pérez, José Acosta Alemán, Isidro Juan Martínez, Francisco García Balanza, Modesto Allepuz Vera, Enrique Pedro Gonzálbez Andreu, José Ardil Lázaro, Francisco Roselló Hernández, Juan José Martínez Romero, Pedro José Rodríguez Cabrera, Cayetano García Martínez y José Sánchez Medina.
Tras la procesión de entrada, se presentaron las reliquias de varios de los nuevos beatos: una del cuerpo del beato José Sánchez Medina, natural de Archena; una cruz que perteneció al beato Pedro Gambín Pérez, nacido en Cartagena; y una medalla atravesada por la bala que acabó con la vida del beato Enrique Pedro Gonzálbez Andreu, también cartagenero. “Colocadas hoy junto al altar son para nosotros un testimonio del amor que se entrega a la muerte. Que su testimonio sea para nosotros una luz potente que nos haga avanzar por el camino de la santidad”, explicó el Obispo de la Diócesis de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, quien presidió la celebración.
Como concelebrantes, estuvieron el Arzobispo Emérito de Burgos, Mons. Francisco Gil Hellín; el vicario general, Juan Tudela; el vicario de la zona pastoral de Cartagena, José Abellán; así como un nutrido grupo de sacerdotes. Entre los asistentes, además de fieles de la ciudad de Cartagena, asistieron también familiares de los beatos, autoridades civiles, Hijas de la Caridad y los seminaristas de los tres seminarios diocesanos (San Fulgencio, Menor de San José y Redemptoris Mater).
El Obispo hizo hincapié en su homilía sobre la importancia de fijarse en la vida de los nuevos beatos, especialmente “en su amor a Dios y a la Santísima Virgen María Inmaculada en la medalla milagrosa… Estos hombres han sido para todos una imagen extraordinaria del amor a Dios, un extraordinario ejemplo de fidelidad total, hasta en el extremo de haber padecido, sufrido e incluso aceptado las vejaciones que cada uno recibió antes de su muerte”.
Mons. Lorca invitó a los presentes a dar gracias a Dios “por la enorme entereza de unas personas (los beatos) que vivieron la fortaleza de la fe, que se acercaron a Dios y confiaron en Él en todo momento, y ante el martirio no tuvieron otro grito que el de ¡Viva el Señor, viva Cristo Rey! No fue el odio lo que movió a estas personas a dar la vida, sino el amor y el perdón. Dieron la vida perdonando”.