Ante un templo repleto de fieles, don Demetrio Fernández ha oficiado la misa del Viernes de Dolores en san Jacinto.
El Viernes de Dolores es ya una cita tradicional en la ciudad; especialmente, en el entorno de la Plaza de Capuchinos donde miles de personas pasan en este día por la iglesia de san Jacinto para venerar a la Señora de Córdoba, la Virgen de los Dolores. Hasta allí se desplazó un año más el Obispo, don Demetrio Fernández, acompañado por el Vicario General, Francisco J. Orozco; los Vicarios territoriales, Jesús Poyato y José Ángel Moraño; el Delegado diocesano de Hermandades, Pedro Soldado; y el Capellán de san Jacinto, Manuel M. Hinojosa, para presidir la misa. Una celebración en la que participaron multitud de fieles y devotos, así como numerosas autoridades.
En su homilía, el Obispo comenzó explicando que esta fiesta del Viernes de Dolores es el pórtico de la Semana Santa. Igualmente ha pedido a los fieles dejarse mirar por la Virgen: “Cada uno de nosotros tenemos a María Santísima como madre que nos va acompañando y guiando hacia Jesucristo”. “El Viernes de Dolores es el momento de encuentro con María”, ha subrayado.
Posteriormente, ha continuado aludiendo a las alegrías y contratiempos que están presentes en nuestras vidas y ha recordado que “el primero en darnos esperanza es Jesucristo, que ha experimentado el sufrimiento en su propia carne”.
Igualmente, ha instado a los fieles a vivir la Semana Santa abriendo el corazón a Jesucristo. “Que la Virgen de los Dolores nos ayude a vivirla, ya que es madre de la vida. También de aquella que no llega a nacer. La vida corre peligro y hemos de pedirle a María Santísima que la proteja en sus inicios, cuando corre más peligro”, ha resaltado.