La confesión de los pecados es el sacramento que más nos cuesta y en el que, al mismo tiempo, experimentamos gran alegría. El Vicario General D. Francisco Javier Espigares nos ayuda a comprender este sacramento y a animarnos a “entrar en el trono de la misericordia para recibir todo consuelo”, con motivo de la Jornada “24 horas para el Señor”, que celebramos en Granada desde las 17 horas del 31 de marzo hasta las 17 horas del 1 de abril, siguiendo la propuesta en Cuaresma del Papa Francisco. En la Iglesia Universal se llevó a cabo los pasados 24 y 25 de marzo. En nuestra Archidiócesis, dada la importancia de esta convocatoria para el pueblo de Dios, nos unimos a ella con posterioridad, con motivo de la beatificación en Almería de 34 mártires de Cristo granadinos. Del Sacramento de la confesión yo diría cuatro cosas. Lo primero es que a Dios no le importan nuestros pecados. A Dios le importamos nosotros, nuestra felicidad. Él sabe que los pecados nos quitan la felicidad: el rencor, la mentira, cuando instrumentalizamos al otro, movernos por el interés, la falta de diálogo, el bloqueo para pedir perdón o para darlo. Todo eso nos hacen infelices. Y a Dios no le importa nuestros pecados. Le importamos nosotros. Le importas tú.
Segundo punto es que el regalo que nos hace Dios cuando pecamos es sentir dolor, cargo de conciencia, ese regomello que decimos y, así, de esa forma, te das cuenta que ése no es tu camino. De que por ahí no vas bien. Por eso, hay que escuchar nuestra conciencia. Nunca acallarla, porque está muy bien hecha, a imagen de Dios, que es Amor.
El tercer punto sería no esconder el pecado o protegerlo como Gollum, en la película “El Señor de los Anillos”; protege el anillo que le está destruyendo. El pecado no nos aparta de Dios cuando lo confesamos, cuando se lo entregamos con sencillez en el Sacramento de la confesión. En cambio, cuando lo ocultamos o lo negamos diciendo “yo no tengo pecado, yo no robo ni mato”, entonces sí permitimos secuestrarnos del amor de Dios y del prójimo. En el Salmo decimos “absuélveme de lo que se me oculta”. Por lo tanto, no esconder el pecado, confesarlo a Dios, liberarnos para el amor, salir de nuestra propia mentira, ser transparente ante Dios, que te ama más que tú a ti mismo y que sabe hacerte feliz más que tú sabes hacerte feliz a ti mismo.
En el cuarto punto diría que el Sacramento de la confesión es, por todo ello que acabo de decir, el sacramento de la alegría. Se experimenta una alegría similar a la de unos amigos o familiares distanciados que se reconcilian y brindan por su amistad rehecha; recuperamos la gracia bautismal; recibimos el abrazo del Padre Dios según la parábola del hijo pródigo, que siempre está deseando darnos; ponemos el contador de nuestra vida a cero; olvidamos lo pasado, comenzamos de nuevo. Dios te ha perdonado. Perdónate tú. Perdona a tu prójimo porque quien perdona da vida.
Por eso, os invito a todos a que el viernes 31 de marzo y sábado 1 de abril participéis en “24 horas para el Señor”. La Catedral estará abierta 24 horas. Habrá confesión para todo el mundo que quiera empezar su vida, recomenzar de cero, recibir el abrazo de Dios, entrar en el trono de la misericordia para recibir todo consuelo. Es una oportunidad maravillosa para vosotros y para vuestros seres queridos, y para Dios, que quiere liberarnos de todo lo que nos quita la felicidad.
Francisco Javier Espigares Flores
Vicario General de Granada y párroco en Deifontes