La Catedral acogía la tarde del día del Pilar la ordenación diaconal de Juan Pablo Mendoza y Cosme Piñero. El primero natural de Venezuela y el segundo de S. Sebastián de La Gomera. Horas antes de su ordenación compartieron con nosotros algunos aspectos de su vida y sus vivencias de cara al diaconado que recibieron en la eucaristía que presidió el obispo Bernardo Álvarez Afonso.
El obispo señaló en la homilía que la respuesta a una llamada no es dar un simple sí, sino que implica a la vida entera, ya que se trata de vivir conforme a la vocación que cada uno ha recibido. Además, Álvarez Afonso subrayó la importancia de ser servidores, a imagen de Jesucristo. Se trata de ser siempre siervos- dijo. Igualmente exhortó a los ordenandos a hacer vida las promesas de oración, castidad y obediencia.
Cosme y Juan Pablo recordaron el momento de entrar al seminario. “Ingresé en él hace seis años, cuando tenía 25, porque deseaba ser sacerdote”, indica Cosme. “Después de un proceso algo accidentado y largo, fui confrontando lo que el Señor quería para mi vida. Poco a poco me fui dando cuenta que Él era lo más importante. También me encantaba la idea de poder llevar a Cristo a la gente, poder comunicar la alegría que el Señor me da. Cuando entré en el Seminario lo hice con esta certeza. Sé que vale la pena entregar la vida por este motivo”.
Por su parte, Juan Pablo señaló que antes de entrar al seminario, estudiaba Ingeniería Química en la Universidad de La Laguna. Por aquel entonces, había llegado no hacía mucho de Venezuela y consiguió vincularse a una parroquia, que era su deseo. También empezó a formar parte del grupo de jóvenes “Savia Nueva”. “De esa forma volvió a despertar mi fe”, indicó Juan Pablo. “Luego, gracias a un sacerdote, muy amigo, comencé a plantearme qué era lo más importante en mi vida. Me di cuenta que el Señor me estaba llamando para dar la vida a los demás. Yo era muy feliz antes pero desde que entré en el Seminario aquella felicidad se hizo mayor”.
Cosme también pasó por la Universidad de La Laguna. Primero estudiando la carrera de Química pero al no ver sus expectativas colmadas, se pasó a la carrera de Aparejadores, estudios que finalizó. Luego realizó un Master en Seguridad y Prevención en Riesgos Laborales. Cuando entró en el Seminario tenía 31 años. A las puertas de ordenarse diácono experimentaba, según indicó, dos cosas fundamentalmente: “La primera es una conmoción porque te das cuenta que vas a recibir algo que tú no mereces. No es una conquista, sino un don inmerecido. Y no lo digo por decir, realmente creo que es un don para el que no doy la talla. Sin embargo, el Señor me lo ha querido regalar por medio de la Iglesia. Y también es una alegría, una alegría que vivo con tranquilidad. Es verdad que será un hito en mi vida; pero un hito dentro de un camino de fe en el que el Señor siempre ha estado. Lo vivo con alegría y agradecimiento, pero con normalidad, es un paso decisivo pero dentro de un camino”.
Sin embargo, Juan Pablo vive este paso algo más inquieto, como señalaba el día antes de su ordenación “Sí que tengo nervios porque es un paso muy importante. Siento mucha alegría y mucho agradecimiento a Dios pero también me reconozco indigno de este regalo. En definitiva, asumo que el Señor se haya fijado en mí y yo me fío de él”.
Juan Pablo reconoce que tras estos años en el seminario, en esencia, sigue siendo el mismo pero con algunas cosas más claras. “He crecido mucho en el celo por querer transmitir a los demás la palabra de Dios. Mi deseo es dar gratis lo que he recibido gratis”.
Por su parte, Cosme afirma que estos seis años le han valido para crecer en capacidad para saber valorar todo lo bueno que el Señor da. “Esta etapa de mi vida me ha ayudado a aumentar la capacidad para aceptar la realidad tal cual viene. He crecido en paciencia, en saber que el Señor siempre está ahí, aunque no se manifieste espectacularmente”.