Más de 100 personas pasan cada año por ese hogar en el municipio de Bullas en el que se ofrece, no sólo un techo bajo el que dormir y resguardarse, sino también ayuda y alivio espiritual.
Sus orígenes se remontan a 1892, cuando se creó esta Casa del Transeúnte como un lugar de acogida para los pobres. Un lugar donde pueden hacer noche los que están de paso. “Estamos en la ruta hacia Granada, y o vienen o van a Andalucía personas que buscan trabajo, que quieren dar un cambio de vida”. Así explica el párroco de Nuestra Señor del Rosario de Bullas, Juan José Noguera, quienes acuden a este hogar de paso.
Suelen ser, por lo general, personas de mediana edad, aunque de vez en cuando también aparece alguna persona mayor, pero no es algo habitual; igual que no es habitual que sean extranjeros.
En un primer momento acuden a la parroquia, de la que depende esta Casa del Transeúnte. “Yo intento hablar con todos, quiero conocer su historia y por qué dan lugar a eso”, cuenta el sacerdote. Él asegura que no hay muchas diferencias entre las personas que pasan por este lugar y aquellas que podemos encontrarnos pidiendo a las puertas de una iglesia, e incluso a veces muchos lo hacen. “Hay similitudes psicológicas. Se lanzan a la aventura, y sin razón aparente a veces. Algunas son personas que van pidiendo. También hay personas a las que las cosas no les han salido bien y vuelven a sus lugares de origen y vienen otra vez aquí”, añade.
Más de 100 personas pasan cada año por la Casa del Transeúnte de Bullas, propiedad de la parroquia y gestionada por Cáritas parroquial.
Rehabilitación
Juan de la Gloria Artero, hijo ilustre de pueblo, fue quien donó la casa para la utilización de la misma, pero con el paso de los años estaba muy deteriorada y en agosto se cerró para ser reformada. Se han ampliado las plazas, pues antes tan sólo había una habitación y ahora hay dos, individuales con aseo propio, y un salón donde podría dormir una persona más.
El pasado 8 de marzo, dentro del Año de la Misericordia, y coincidiendo con la festividad de San Juan de Dios, se inauguraban las instalaciones, tras una reforma integral que ha durado cuatro meses. El párroco de Nuestra Señora del Rosario de Bullas asegura que se eligió ese día en concreto porque “San Juan de Dios era el amigo de los pobres”.
A estos pobres que acuden en busca de un techo bajo el que resguardarse en las frías noches del Noroeste murciano les atiende directamente el párroco, quien les prepara una bolsa de comida o algo que pueda ayudarles a pasar esa noche y, si fuera necesario, algo para proseguir el viaje a la mañana siguiente. Nunca dinero. “No sólo se da un techo, sino también un rato de conversación y un café”, puntualiza Noguera. La mayoría de estos transeúntes que llegan a este hogar bullero suelen hacerlo ya entrada la noche, e incluso muchos vienen de otros sitios porque no les acogen.
En el tiempo que este sacerdote lleva a cargo de esta Casa, son muchas las personas a las que ha acompañado, y asegura que en alguna ocasión no le han dejado dormir por la historia que muchos de ellos llevan detrás: “Recuerdo uno que había huido de su casa, porque había empezado a beber y a llevar una vida complicada. En su casa no lo aceptaban, y en vez de escuchar y hacer caso a su madre, mujer e hijos, se fue sin rumbo. Como el hijo pródigo. Una noche de frío y lluvia llegó, llorando. De repente había comprendido todo lo que le dijo su madre. Era de Jaén y quería volver a casa, que le aceptaran y le ayudaran. Había entendido que nada hay más importante y que lo había perdido todo”.
La Casa del Transeúnte es, en definitiva, no sólo una casa para el pobre que necesita dónde dormir, sino también una casa de misericordia, donde ofrecer ayuda y alivio espiritual a aquellas personas que van de paso. Y, de cara al Año Jubilar de Caravaca de la Cruz, se quieren ofrecer como lugar donde atender al pobre transeúnte y también al peregrino.