«Mi vocación empezó con la Purísima y ella sigue ahí. Su mirada la he sentido siempre muy cerca», Daniel Díaz Candela

Diócesis de Cartagena
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La diócesis de Cartagena es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la catedral de Santa María, situada en la ciudad de Murcia.

Nacer en diciembre no ha sido, ni mucho menos, un inconveniente para él. Siempre ha sido el más joven: en clase, en el seminario y ahora lo será en el presbiterio diocesano. Por eso siempre resuena en la cabeza de este joven yeclano una de las frases que San Pablo dijo a Timoteo: «Que nadie te menosprecie por tu juventud. Por lo contrario, hazte ejemplo para los fieles».

Recién cumplidos los 24 años, requisito imprescindible para ser ordenado presbítero, Daniel Díaz Candela recibirá el próximo sábado de manos del Obispo de Cartagena el Orden Sacerdotal. Él es el último de los once jóvenes ordenados este año.

Al preguntarle por el inicio de su vocación sacerdotal se remonta al principio de curso de 3º de ESO. Ese año sentaron a los alumnos por orden de lista y coincidió al lado con Carlos, un chico con el que hizo amistad y que un día le pidió que lo acompañara a la Iglesia. Poco a poco comenzó a sentir interés por las cosas de Dios y así inició la catequesis de Confirmación: «el Señor se metió en mi vida como un ladrón en la noche, como diría San Pablo».

Como suele ocurrir, apoyando una vocación sacerdotal hay siempre un sacerdote, en este caso el entonces coadjutor de la Purísima de Yecla, Ángel Mateos, que le animó a ser monaguillo en la fiesta de la patrona. «Primero dije que no, pero al final acepté. Esa experiencia… al verme revestido, cerca del sacerdote y la Virgen en el altar me hizo preguntarme eso de «¿sacerdote por qué no?». Comencé a ser cristiano de verdad y a preguntarme qué era lo que Dios quería de mí. De la mano de un director espiritual comencé a saber qué quería Dios de mi vida».

Al iniciar el Bachiller comenzó también el Preseminario. «Comprobé entonces que no era tan raro, que había otros chicos como yo, que sentían como yo, ya no era tan diferente». La llamada se hace más fuerte y tras dos años en el Preseminario decide comenzar en el Seminario Mayor San Fulgencio. El primer curso lo inicia con mucho ánimo, destacando el momento de la consagración a la Señora: «mi vocación empezó con la Purísima y ella sigue ahí. Su mirada la he sentido siempre muy cerca». Ese año realizó la pastoral en la residencia de las Hermanitas de los Pobres de Puente Tocinos.

En segundo curso seguiría trabajando cerca de los ancianos en la residencia de Nuestra Señora de Fátima en Molina de Segura. Asegura que este curso fue un tiempo inestable, donde surgieron las dudas, «fue más difícil, suerte que estoy rodeado de buenos sacerdotes que me han ayudado a perseverar. Doy gracias al Opus Dei que me ha ayudado mucho, junto a la formación recibida en el Seminario».

Tercero y cuarto son cursos decisivos, se reciben los ministerios laicales de lectorado y acolitado. «Ves que el Señor corresponde cuando le entregas tu vida». Asegura que el lectorado le permitió centrarse en la Palabra, meditarla y proclamarla, y que el acolitado le ayudó a ser más consciente de la Eucaristía. En tercero fue monitor del Seminario Menor San José, «todo un reto», asegura, y en cuarto realizó la pastoral en la parroquia de San Francisco Javier – San Antón de Murcia, lo que le permitió relacionarse en profundidad con los jóvenes

En quinto disfrutó más profundamente de la experiencia en parroquia, en la de San Bartolomé de Beniel. Comenzó a relacionarse con la catequesis, el trabajo de despacho, la liturgia y los enfermos, una pastoral que estará muy presente en su vocación sacerdotal, en los tiempos de vacaciones aprovechaba para ayudar en su parroquia, pero sobre todo para visitar enfermos y llevarles la comunión.

Una vez calmada la tempestad, asegura que sexto se hizo muy difícil: por los años vividos ya en el seminario, el examen de grado, el diaconado… «se ve lo definitivo». Un año a caballo entre Murcia y Cartagena, donde sirvió como diácono en la parroquia de San Fulgencio. «Aprendes a predicar, al principio te tiemblan las manos… El primer bautizo, la primera boda… cosas que siempre recordaré».

En el mes de septiembre se incorporó a la parroquia de San Miguel de Murcia, donde seguirá sirviendo como vicario parroquial cuando sea ordenado presbítero.

«A pesar de mi juventud y debilidad el Señor me ha llamado a seguirle, a ser modelo y apóstol. Es el regalo más grande». Su juventud la ve como una ventaja porque pudo preparar el examen de grado sin los nervios de la ordenación y porque también le ha permitido compartir el ministerio de diaconado con los compañeros del curso siguiente.

El próximo sábado, 12 de noviembre, a las 17:00 horas, será ordenado sacerdote. Junto a él estará aquel compañero de pupitre que le animó a acompañarle a la Iglesia, con quien también inició el Preseminario y quien ha sido compañero durante seis años en el Seminario Mayor San Fulgencio, el sacerdote Carlos Casero. «Compartir con Carlos todos estos años ha sido una verdadera experiencia de fraternidad».

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