A seis metros de profundidad, frente a las playas de Benalmádena, reposa una estatuilla de Ntra. Sra. del Carmen. Es una muestra más del cariño de la gente a la advocación mariana que ha calado más hondo en el pueblo. Y es que no hay en toda la diócesis, a lo largo y ancho, en el interior y en la costa, en las alturas y en las profundidades, un lugar donde falte una Virgen del Carmen.
Benalmádena es una de las localidades donde se vive con mayor fervor la devoción a la Virgen del Carmen. De la mano de Gonzalo Martín, párroco de la iglesia que la tiene como titular, conocemos cómo celebran sus fiestas.
La celebración de los actos en torno a la Virgen del Carmen en Benalmádena dieron comienzo con el pregón celebrado el viernes 10 de julio. El triduo tendrá lugar los días 13, 14 y 15. Además del rezo del rosario y la celebración de la Eucaristía, el primer día se va a presentar a la comunidad parroquial «la Chiquita», que es la Virgen que está durante todo el año en el fondo del mar y que va a estar compartiendo un lugar preeminente junto a la imagen titular de la parroquia durante todo este triduo.
«El segundo día –explica el párroco– celebraremos una ofrenda floral. Presentaremos nuestras flores y nuestra vida a la Virgen María para que ella nos siga protegiendo en nuestros afanes diarios. El último día del triduo, la Virgen estará en exposición para que los fieles besen el escapulario. Con este gesto simbolizamos que queremos dejarnos vestir por la Virgen de toda su dulzura, de toda su humildad, de toda su sencillez y que queremos que nos enseñe a vivir siempre como su hijo Jesucristo y como ella misma vivió, desde el cumplimiento de la voluntad de Dios».
Procesión
El día de la Virgen, el 16 de julio, la Eucaristía será a las 18.30 horas y, posteriormente, tendrá lugar la procesión. «La portarán los marineros, los hombres del mar –señala Martín–. Iremos hasta la Capitanía y a lo largo de todo el recorrido habrá lluvia de pétalos desde los balcones y se irán cantando distintas salves. Luego la embarcaremos para iniciar la procesión marítima y que sea la Virgen la que vaya bendiciendo a todas las gentes del mar, especialmente a todos los enfermos, a todas las personas que tienen esta devoción especial».
Pero el cariño de la gente de Benalmádena hacia la Virgen del Carmen no se limita sólo a estas fechas. A lo largo de todo el año, sostiene el párroco,«hay un continuo goteo de personas que vienen, que se acercan a la virgen, que le rezan, que tocan su escapulario, el pedestal… También intentamos crear esa filiación con nuestra madre la Virgen del Carmen en cada cristiano, en cada hijo de Dios. Por eso, desde el momento en que bautizamos a los niños le imponemos el escapulario. La gente se acerca, la gente le llora, la gente le pide, la gente le ofrece sus flores… Hay otras muchas devociones, pero quizá son más exclusivas. La devoción a la Virgen del Carmen es tan sencilla y tan cercana, que por eso es tan universal. Los creyentes sabemos que la Virgen nos acompaña y nos protege para que nos adentremos mar adentro, como dice el Señor, sin miedo. Remar mar adentro en el corazón de Dios, que es donde vamos a encontrar la ayuda y la intercesión inestimable de nuestra madre».
Una imagen a 6 metros de profundidad
Cuando Gonzalo Martín llegó a Benalmádena-Costa como párroco, enseguida contactó con la Agrupación de Buzos Virgen del Carmen. «Me comentaron que tenían una Virgen durante todo el año a 5 ó 6 metros de profundidad en una cápsula al vacío. Es una imagen de bronce de unos 15 centímetros y mi osadía me llevó a decirles que me gustaría bajar». Aquel deseo se convirtió en realidad hace tan solo unos días cuando se enfundó el traje de buzo y descendió al lugar donde se encuentra sumergida la imagen.«Fue una experiencia muy bonita. Es meternos de alguna manera en el misterio insondable de Dios. Rezar delante de la Virgen, tan chiquitita, con peces, con corales… te encuentras como en otra dimensión». La experiencia de la inmersión no ha sido anecdótica, puesto que afirma estar dispuesto a repetirla: «la pastoral no es solamente hacer que la gente venga a la parroquia, que claro que tenemos que venir y celebrar, sino también ir donde están ellos, acompañar desde la fe cada uno de los momentos de la vida del ser humano, ir a buscar a los «peces» perdidos».
Antonio Moreno Ruiz