El arzobispo de Sevilla ha comunicado a los párrocos y rectores de templos de Sevilla unas disposiciones concretas que evidenciarán la comunión y oración de la Iglesia en Sevilla con las comunidades cristianas perseguidas en otras partes del mundo. Se trata de unas medidas aplicables desde la Ascensión del Señor hasta Pentecostés (del 17 al 24 de mayo), «cuando los fieles se preparan para celebrar la venida del Espíritu Santo».
La primera disposición consiste en añadir la siguiente petición en la oración universal de las misas: «Por nuestros hermanos cristianos perseguidos: para que el Espíritu Santo les conceda el don de la fortaleza y convierta los corazones de quienes atentan cruelmente contra sus vidas y sus tierras, y en todas partes se afirme la paz y sea respetada la libertad religiosa. Roguemos al Señor». Además, se añadirá en las preces de Laudes y Vísperas esta petición u otra semejante: «Envía, Señor a la Iglesia y a la humanidad tu Espíritu de Amor para que desaparezcan las disensiones y odios, y los cristianos puedan convivir en paz y armonía con todos los hombres».
Además, en uno de los días feriales, a juicio de los párrocos y rectores de iglesias, se convocará a todos los fieles cristianos para una celebración eucarística en la que se puede utilizar la misa votiva «Por los cristianos perseguidos» que se encuentra en el Misal Romano («Misas por diversas necesidades», n°. 15). En estas misas se podrán usar las lecturas del día u otras elegidas de entre las que se proponen en el leccionario VI: «Lecturas para las Misas por diversas necesidades y votivas», en el capítulo 12: «Por los cristianos perseguidos».
Finalmente, se determina que en ejercicios piadosos y, de manera especial, allí donde se mantenga la adoración prolongada o continua del Santísimo Sacramento, se invite a los fieles a orar por la misma intención.
Comunidades cristianas perseguidas en el último siglo
En la citada carta, mons. Asenjo Pelegrina reflexiona sobre la delicada situación en la que sobreviven comunidades cristianas en diversas partes del mundo. Comienza recordando el centenario del exterminio armenio, «que eliminó a un millón y medio de cristianos por el mero hecho de serlo», y enumera varios casos documentados en el siglo XX: la llamada revolución cristera en Méjico, las persecuciones de católicos, sacerdotes, religiosos y laicos en los años treinta, o las llevadas a cabo tras la Segunda Guerra Mundial en la Europa del Este, en China o Vietnam. Hay también un recordatorio para los casos que se suceden en nuestros días, donde se constata que «esa persecución sangrienta continúa en lugares muy distintos y con una insólita crueldad». Cita para ello los casos de Irak, Siria, Egipto, Libia, Nigeria, Kenia, Pakistán y otros países de África, donde «los cristianos son decapitados, quemados o enterrados vivos por el islamismo radical. Como recientemente ha dicho el papa Francisco, mueren invocando el santo nombre de Jesús. Otros son expulsados de sus casas y de sus pueblos y malviven en campos de refugiados en Líbano o en Jordania. La única condición para no perder sus pertenencias es que se conviertan al Islam», añade.
En esta línea, mons. Asenjo subraya «la indiferencia de la prensa occidental y la casi inoperancia de las organizaciones internacionales, incluidas la ONU y la Unión Europea» ante las noticias más recientes de nuevas masacres y conculcaciones palmarias de los derechos humanos.
‘La indiferencia occidental’, de Francisco Contreras
Es esta una carta documentada y con datos concretos, en la que se alude a un reciente libro del profesor Francisco Contreras, ‘La indiferencia occidental’, en la que el autor refiere el martirio del adolescente paquistaní de quince años Nauman Masih, quemado vivo el 10 de abril por una turba musulmana. «Su único delito era ser cristiano, y tras cinco días de agonía –subraya el arzobispo-, murió perdonando a sus agresores». En esta obra se mencionan también los casos del cristiano iraquí Salem Matti Kourk, que prefirió el año pasado ser torturado hasta la muerte por los yihadistas antes que renegar de Cristo; y de Asia Bibi, condenada a muerte, a quien se le ofreció recuperar la libertad si se convertía al Islam, y que respondió que prefería morir como cristiana. «De estos hechos crueles de los que son víctimas las minorías cristianas apenas se hacen eco ni los periódicos ni las radios ni los telediarios», afirma el arzobispo.
«Escasa atención mediática» a las matanzas de cristianos
Mons. Asenjo destaca en su carta la escasa atención mediática a hechos como los relatados anteriormente , y pone como ejemplo el hecho de que la matanza de ciento cincuenta cristianos en la universidad de Garissa (Kenia) «apareciera sólo en el minuto 21 del telediario del Jueves Santo». Además, llama la atención sobre el hecho de que las decapitaciones del Estado Islámico, «que al principio podían suscitar curiosidad morbosa, empiezan a resultar aburridas». Y al respecto, critica el hecho de que se dedique una mayor atención a acontecimientos de menor entidad. Pone como ejemplo de esto último la movilización popular generada por la muerte del perro Excalibur, la mascota de la enfermera española afectada por el ébola, «muy superior a la que ha sido capaz de provocar el exterminio de los cristianos árabes y africanos».
Entre las causas de esta situación cita «lo que podríamos denominar cristianofobia, el odio contra los cristianos, craso en el islamismo radical y más suave en algunas formas de progresismo cristófobo occidental, que sin declararlo abiertamente parece profesar el no confesado axioma que podríamos sintetizar en estas palabras: el enemigo de mi enemigo es mi amigo».