En la mañana de este domingo de Ramos, el obispo presidía en el exterior de la iglesia del monasterio lagunero de Santa Clara de Asís, la bendición de las palmas y olivos, así como la posterior procesión hasta la Catedral.
En su breve alocución, Bernardo Álvarez indicó que este día pone al descubierto «una realidad desconcertante y benéfica a la vez: En Cristo, Dios ha elegido claramente el camino del amor, no de la fuerza; el camino del sacrificio, no del juicio y la condena; el camino de la misericordia, no del castigo».
Tras la procesión litúrgica, que hace memoria de la entrada de Jesús en Jerusalén, el prelado nivariense presidió en la Catedral la solemne eucaristía. En este año se proclamó la pasión según S. Marcos, centro de la liturgia de La Palabra de este domingo, pórtico de la Semana Santa.
Precisamente, la confesión del centurión romano al final del texto proclamado, «de verdad, este hombre era Hijo de Dios», sirvió a Álvarez para realizar la homilía. «Tratemos de mantenernos con coherencia entre la fe y la vida» – expuso.
Estas jornadas, las más importantes del Año Cristiano, invitan a fijar la mirada y el corazón en Jesucristo. «Ante todo lo que se le viene encima y que Él conoce, en lugar de maldecir, lo hace presente en la última Cena» con la que se instituye la Eucaristía.
Para Álvarez «todo lo que Jesús hace está orientado a la alianza con Dios; hacia la unión con Dios y con los hermanos». Es por ello que, a pesar de que se lo piden, Él «no baja de la cruz; se queda en ella para mostrarnos el amor de Dios, que nos amó hasta el extremo de dar la vida por nosotros» –resaltó.
El obispo, en la parte final de su intervención, recordó que Jesús fue escuchado. «El Padre le escuchará resucitándolo de entre los muertos, de modo que ya no muere más».
Tras la Misa en se realizó la procesión del paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén, acompañado de su Hermandad.