«Rezo por la calle. Pensarán que hablo solo»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Gonzalo Fausto (Córdoba, 1927) tiene sobre sus recuerdos el tic-tac insoslayable de los periodistas empedernidos. No deja pasar el día a día. «Me gusta llevar las cuentas. Es la mejor forma de no envejecer». Y, efectivamente, no ha envejecido. Vive y conserva la capacidad de sorprenderse.

-O sea, que tú amas la vida del día a día.

-¡Claro que sí, aunque muchas veces no me gusta nada! Creo que aprendí eso en los tiempos que trabajé en el «Hoy» de Badajoz, de la editorial EDICA, la que fundó don Ángel Herrera. Allí se enseñaba a valorar al hombre antes que a la noticia, ¡fíjate! Hacíamos un tipo de periodismo profundamente humanista, interesado en el hombre-mujer y sus circunstancias. Eran otros tiempos, claro. Ahora sería imposible. La noticia no tiene alma. Los hombres y las mujeres, sí. Puede que sea el mundo quien está perdiendo el alma.

Acabamos de celebrar el Día del Patrón. Alguien pasa y dice: ¿San Francisco de Sales era periodista?

-¡Claro! –Contesta Gonzalo–

-¡Venga, hombre, ni hablar! Entonces no hubiera llegado a santo -responde el intruso–.

-Pues yo conocí a un auténtico santo, periodista, insiste Gonzalo. Se llamaba Manuel Lozano; le llamaban «Lolo» Dicen que van a canonizarlo. Además, ¿y los cuatro? Me refiero a «los periodistas» que dieron cuenta del mayor acontecimiento de la historia del mundo; el nacimiento y vida de Jesús de Nazaret.

El detractor se da por vencido. La siguiente pregunta no entrará en anales del periodismo. Es un pedazo de tópico…

–De los Medios tradicionales, ¿cuál?

–¡La radio!

Desde luego, se refiere a la radio antigua y bullanguera, entronizada en el salón, que nuestras abuelas revestían de falditas rizadas, contra la osada incontinencia de las moscas.

–Después de medio siglo de periodismo soy recordado sólo por un microespacio radiofónico titulado «Cartas al viento».

Los recuerdos son cabizbajos. Zumban como mosquitos y tan pegadizos como ellos.

–Pues después me vine a mi Málaga y terminé mi vida profesional en el inolvidable «Sol de España». Una nueva ilusión. La última. Mereció la pena. Llegamos a vender 14.OOO ejemplares; poco menos que el «SUR». Poco menos…

–Ya digo. Los recuerdos son como el Tango. Hacen llorar.

–Y no olvides decir que rezo por la calle. Los que me observan pensarán que hablo solo. Es verdad. Voy hablando solo con Dios.

José Luis Navas

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