Se está preparando Face Retama para acoger a los primeros ermitaños, de la Congregación de Marta y María, que darán vida a este lugar apartado donde nació la primera Iglesia en la Península
Estos días, nuestra diócesis ha recibido la visita de Madre Ángela Eugenia Silva Sánchez, fundadora de la Congregación de Marta y María. La visita ha sido un paso importante en el camino hacia la puesta en marcha del eremitorio de San Torcuato, en Face Retama. Ha venido a conocer sobre el terreno los espacios donde vivirán los futuros ermitaños y a ultimar los detalles que permitan comenzar, con buen fundamento, esta forma de vida contemplativa en nuestra Iglesia diocesana.
La elección de Face Retama no es casual. Este lugar está ligado a la memoria del martirio de San Torcuato y de los primeros testigos de la fe en nuestra tierra. Allí donde un día se derramó la sangre por Cristo, la Iglesia quiere que brote ahora una vida escondida con Él, hecha de silencio, oración y ofrecimiento. Es un modo muy concreto de decir que nuestra historia no se queda en el pasado, sino que sigue dando fruto hoy.
Visita de la fundadora
Madre Ángela conoce bien la diócesis de Guadix. La Congregación de Marta y María está presente entre nosotros desde hace cuatro años, acompañando a los sacerdotes en la Casa Sacerdotal y colaborando en distintas tareas pastorales. Su estilo es sencillo, cercano, con una clara sensibilidad por los más pobres y por la vida de oración. Por eso, su presencia en este momento del proceso del eremitorio es una ayuda importante: trae consigo una experiencia de vida consagrada que sabe unir acción y contemplación, servicio y silencio.
Durante la visita, Madre Ángela ha recorrido los distintos puntos de Face Retama que formarán parte de la vida diaria de los futuros ermitaños. Ha visto los espacios que podrán convertirse en celdas, los lugares más adecuados para la oración, las zonas comunes necesarias para una vida sobria pero fraterna, y aquellos rincones que, sin ruido ni ostentación, facilitarán una existencia marcada por la soledad buscada y por la presencia de Dios.
Ermitaños en Face Retama
La vida eremítica, lejos de ser una huida, es una forma radical de comunión. El eremita se retira para llevar en el corazón a todos. Su jornada se llena de oración, trabajo sencillo, escucha de la Palabra y silencio. Pero ese silencio no es vacío, sino intercesión. Desde Face Retama, los futuros ermitaños rezarán por los sacerdotes, por las familias, por los jóvenes, por los enfermos, por quienes se han alejado de la fe y por quienes buscan a Dios sin saberlo. Su presencia será como un pulmón oculto que ayuda a respirar a toda la diócesis.
Este proyecto conecta muy bien con el carisma de la Congregación de Marta y María, que quiere vivir con las manos de Marta y el corazón de María. Manos que trabajan, sirven, sostienen; corazón que escucha, se recoge y se deja habitar por el Señor. El eremitorio de San Torcuato quiere ser precisamente eso: un lugar donde el trabajo tenga un rostro concreto y sencillo, y donde el primer lugar lo ocupe siempre la relación con Dios.
Han sido momentos de trabajo donde se ha hablado de ritmos de oración, de tiempos de silencio, de la forma de acoger a alguna persona que, de manera discreta, quiera acercarse a pedir consejo o a rezar. Se ha pensado también en cómo los ermitaños podrán sostenerse con su trabajo, sin perder la sobriedad y la libertad que la vocación eremítica exige.
Un regalo y una llamada
Para la diócesis, el futuro eremitorio de San Torcuato es un regalo y, al mismo tiempo, una llamada. Un regalo, porque nos recuerda que la Iglesia no vive solo de actividades, sino también de rodillas dobladas y de corazones escondidos. Y una llamada, porque todos estamos invitados a sostener esta vocación: con la oración, con el respeto, con la delicadeza de no invadir un espacio que nace para el silencio y, también, con la cercanía fraterna cuando sea necesaria.
Al poner este proyecto bajo la mirada de San Torcuato, pedimos que su valentía en el martirio se traduzca hoy en fidelidad cotidiana para los futuros ermitaños. Que ellos, desde Face Retama, nos ayuden a todos a volver la mirada a lo esencial. Y que nuestra diócesis sepa acoger esta nueva presencia como un signo de esperanza: Dios sigue suscitando vocaciones que, desde el silencio, sostienen la misión de todos.
