
El sacerdote y periodista Antonio Gil nos detalla esta semana las tres «invitaciones» que nos hace el Evangelio del primer domingo de Aviento
La Iglesia comienza un nuevo Año litúrgico, es decir, un nuevo camino de fe del pueblo de Dios. Y como pórtico, el Adviento: “Tiempo de silencio interior, de reflexión personal, de examen de conciencia, de conversión a Dios”. Uno de los temas más sugestivos de este tiempo de Adviento es la “visita” del Señor a la humanidad, la denominada por san Bernardo, “visita intermedia”, la que tiene lugar en el presente (la “primera” fue por la Encarnación y el nacimiento de Jesús, y la “tercera” tendrá lugar al final de los tiempos).
El Evangelio de este primer domingo de Adviento nos hace tres hermosas “invitaciones”. La primera, a través del profeta Isaías, quien nos describe cómo los pueblos, hastiados de guerrear y de matarse, marchan hacia Jerusalén buscando a un Dios que instaure la paz definitiva, con la hermosa metáfora de que “de las espadas se forjen arados, y de las lanzas, podaderas”.
La segunda “invitación” de este Adviento nos la hace el propio Jesús: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. Se trata de una espera atenta, renunciando a egoísmos, soberbias, deseos excesivos, resentimientos y odios, ansias de poder, codicias…”.
Le tercera “invitación” nos la hace el Papa León XIV, diciéndonos cómo ha de ser nuestra “espera”: “Esperar es intuir”. Y subraya: “El Jubileo nos convierte en peregrinos de esperanza, porque intuimos una gran necesidad de renovación que nos concierne a nosotros y a toda la tierra”. ¡Preciosas invitaciones para este Adviento que comenzamos!
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