Uno de los cauces, a través de los cuales la Iglesia responde a la necesidad de consolar de todos los tiempos, es la Congregación de Hermanas de Ntra. Sra. de la Consolación, fundada en Tortosa (Tarragona) en 1857, por Santa María Rosa Molas y Vallvé.
Nuestra fundadora, canonizada por Juan Pablo II en 1988, forma parte de esa pléyade de santos fundadores del siglo XIX, que respondieron a las grandes pobrezas de ese momento histórico y gastaron su vida en la promoción humana y espiritual de los más necesitados.
Como su nombre indica, nuestro carisma es consolar al que se encuentra en cualquier situación de desconsuelo, por causas físicas, espirituales, psico-sociales, etc. Y dada la amplitud de estos desconsuelos, llegamos a ellos a través de la educación, el cuidado de las personas mayores, el trabajo social en sus distintas dimensiones, las misiones ad gentes, etc., en 20 países de Europa, América, África y Asia.
El lema de María Rosa Molas fue: “Solo deseo que el pobre sea asistido y Dios alabado”, y su primer biógrafo decía de ella que “no había vacío que su caridad no llenase”. Es lo que intentamos vivir las Hermanas y toda la Familia de la Consolación.
“La Consolación” se instaló en Sevilla a principio del actual siglo, concretamente en la Residencia de personas mayores que lleva el mismo nombre y que se encuentra en la Avda. de Coria, en el corazón de Triana.
Más de cien ancianos son acogidos en esta casa, cuyo entorno es sumamente acogedor y en el que la persona mayor encuentra cubiertas, de modo integral, todas sus necesidades.
La dirección del centro, el personal contratado, el voluntariado y la comunidad religiosa caminan todos en la misma dirección, se forman profesionalmente y en el espíritu del carisma y son para los mayores apoyo, estímulo, seguridad y esperanza.
La acción pastoral atiende las necesidades espirituales de los mayores, ofreciéndoles la Eucaristía diaria y otros momentos de oración, escucha de la Palabra, etc. Igualmente se estimulan los distintos aspectos de su persona por medio de un gran abanico de actividades y talleres que les hacen la vida más agradable y sostienen su vitalidad.
En la residencia se vive un ambiente de apertura en el que los ancianos entran y salen con libertad, en la medida de sus posibilidades, y sus familias pueden visitarlos sin ningún tipo de restricciones.
Las personas mayores viven una forma de pobreza común que, en la mayor parte de los casos, va acompañada de enfermedades físicas o mentales. Trabajar con ellos requiere una vocación y sensibilidad especiales.
Consolar es nuestro objetivo final, que se hace vida acompañando y cuidando al estilo de nuestra Fundadora, teniendo como valor esencial el Evangelio de Jesucristo.
Hermana de Consolación
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