
El continente y el contenido de la Catedral de Málaga resultan casi inabarcables. Husmeando por los rincones del templo, nos topamos con una espingarda de época, seguramente de principios del siglo XVI, en un deficiente estado de conservación.
Se trata de una primitiva escopeta llamada “de chispa” porque, quien la usaba, culata al hombro, a la vez tenía que hacer malabares para prender fuego a la mecha que activaba la carga de pólvora del fogón y meter el balín de piedra que hacía de proyectil. Pesada y larga, había que sujetarla además con una horquilla, siendo muy difícil de dar en el blanco, para lo que se necesitaba estar cerca del mismo.
No podemos saber quién sería el poseedor de esta arma, pero sí que por entonces todo aquel que podía se hacía de una, entre otras razones, porque cazar era conveniente para complementar el condumio diario. Esto incluía a los clérigos que iban a este menester con… «poco temor de Dios y escándalo del pueblo y con menosprecio de su hábito, como si fueran laicos. Y con los pechos fuera como mujeres, llevando perros, con alboroto por las calles…», según los documentos del momento.
Por eso mismo, el Cabildo dispuso en referencia a los prebendados catedralicios… «que si alguna vez, por recrear o por causa de necesidad, quisiesen ir de caza, que puedan ir perdiendo las horas y honestamente vestidos en su hábito y; sacando los perros fuera de la ciudad, que no los lleven consigo…».

