«Tú, Señor, eres mi esperanza»

«TÚ, SEÑOR, ERES MI ESPERANZA» (Cf. Sal 71, 5)

El domingo, 16 de noviembre, la Iglesia celebra la XI Jornada Mundial de los Pobres.
Se trata de una efeméride convocada por el Papa Francisco ante el avance de una cultura
de la indiferencia. Este año, la celebración lleva por lema: “Tú, Señor, eres mi
esperanza” (Sal 71, 5). Son palabras dirigidas al Señor por una persona que atraviesa
serias dificultades, pero que, sin embargo, como afirma el Papa León XIV en el
Mensaje que nos ha dirigido con este motivo, mantiene la confianza en el Señor, roca
firme en la que se apoya. Como el Salmista, el pobre “puede convertirse en testigo de
una esperanza fuerte y fiable” porque “la profesa en una condición de vida precaria,
marcada por privaciones, fragilidad y marginación. No confía en las seguridades del
poder o del tener; al contrario, las sufre y con frecuencia es víctima de ellas. Su
esperanza sólo puede reposar en otro lugar”.
Al mismo tiempo, el Papa nos asegura que Dios es el verdadero tesoro y que, por
lo tanto, como decía su antecesor Francisco, la mayor pobreza es desconocerlo. A su
lado, en palabras de s. Pablo, todo termina siendo basura (cf. Flp 3, 8). Pasemos, pues,
de las esperanzas efímeras a la esperanza verdadera y recordemos que “los pobres están
en el centro de toda la acción pastoral. No solo de su dimensión caritativa, sino también
de lo que la Iglesia celebra y anuncia”.
Acabar con la pobreza en sus distintas caras requiere reformas estructurales,
pues se deben asegurar condiciones básicas de vida como el trabajo, la educación, la
vivienda, la salud. Como demuestra el IX Informe FOESSA de Cáritas española, estas
condiciones están lejos de cumplirse, en concreto, en nuestro país. Efectivamente, se
está dando una de las tasas de desigualdad más altas de Europa, se está erosionando la
integración social y la exclusión grave ha subido desde 2007 el 52%, lo que arroja un
saldo de 4, 3 millones de personas.
Los principales motores de esa exclusión son la vivienda y el empleo. Casi la
mitad de las personas que viven en una vivienda de alquiler se encuentra en riesgo de
pobreza y exclusión y casi la mitad de la población activa tiene un empleo precario.
También la educación influye en la exclusión que aumenta en hijos de personas con un
bajo nivel educativo. La pobreza se acentúa también en el caso de personas en situación
administrativa irregular (casi el 70%). Y, en fin, se ceba también con la infancia y la
juventud: un tercio de la exclusión severa corresponde a menores de edad.
Necesitamos un cambio de paradigma, un nuevo pacto social basado en valores
diferentes que se oponga a los modelos y políticas actuales y ponga en el centro la
interdependencia, la ecodependencia y el cuidado. Esto supone girar la mirada del mero
bienestar, reducido frecuentemente al consumo material individual, hacia el
“biencuidar”. Cuidémonos mutuamente y cuidemos el entorno, avancemos hacia una
democracia del cuidado, de la justicia y de la responsabilidad compartida. Y, en fin,
dirijamos nuestra mirada de fe a Dios que, en su gesto creador, puso a disposición de
todos lo creado; también a Jesucristo que, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos.
Y oremos con los pobres: “Tú, Señor, eres mi esperanza”. Amén.

+ Jesús, Obispo de Córdoba

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