
Sto. Tomás de Villanueva
Los laterales del trascoro catedralicio están ocupados, respectivamente, por cuatro altares dedicados a santos relacionados con la orden agustina.
Todos los grupos escultóricos de los que forman parte son obra del escultor Salvador Gutiérrez de León, uno de los integrantes de una productiva y longeva estirpe de artistas malagueños activos desde fines del siglo XVIII a la primera mitad del siglo XX. El más venerado por los fieles es santo Tomás de Villanueva, llamado así por ser oriundo de esa población de Castilla- La Mancha.
En 1518 recibió la ordenación episcopal, llegando a ser confesor del emperador Carlos I y arzobispo de Valencia. Pese a tan altos cargos, siempre llevó una vida austera dominada por la caridad, demostrando así el amor y la compasión que sintió hacia los necesitados. Por ello, en el altar se nos muestra en su edad juvenil, con traje talar y beca, en el momento en que se dispone a socorrer con una limosna a un menesteroso postrado ante él. Un angelito gordezuelo es protagonista de la escena, mientras sostiene una mitra que señala la condición episcopal de aquel clérigo que tan bien asumió los preceptos de Cristo sobre esta virtud que, en decir del apóstol san Pablo, es la virtud más perfecta (1 Corintios, 13, 13).
En el polo opuesto a la mística, pero no por ello menos válida, es la frase que al respecto pronunciara Bob Hope, el conocido actor americano convertido al catolicismo y padre adoptivo de cuatro huérfanos: «La persona que no tiene un corazón caritativo padece del peor de los males cardíacos…».

