Con motivo del XXV aniversario de la consagración de la Iglesia de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de La Algaba, esta Hermandad junto a la Parroquia de Nuestra Señora de las Nieves ha organizado una Santa Misión Parroquial que culminará en este mes de noviembre con la visita de esta devota imagen a todos los barrios y templos de esta localidad.
El origen de esta Hermandad se remonta a una cofradía fundada en el desaparecido Convento de San Francisco a finales del siglo XV o principios del XVI que daba culto a una imagen del Niño Jesús con el título del Dulce Nombre de Jesús, que a fines del siglo XVI o principios del XVII se sustituye por la de Jesús Nazareno portando la cruz camino del Calvario.
Nuestro Padre Jesús Nazareno es una imagen datable a finales del siglo XVII, de autor anónimo, si bien algunos autores la sitúan en el círculo de Luisa Ignacia Roldán, la Roldana (1652-1706), por similitudes estilísticas con algunas obras suyas como el Ecce Homo de la Catedral de Cádiz. Otros historiadores del Arte sin embargo descartan esta posibilidad, atribuyendo el Nazareno de La Algaba a Cristóbal Pérez, nacido hacia 1653, autor entre otras esculturas de la imagen de Nuestro Padre Jesús Descendido de la Cruz, de la Hermandad de la Sagrada Mortaja de Sevilla y un Crucificado en la antigua Iglesia de los Trinitarios de Jerez de la Frontera.
Llena de unción y fuerza, la imagen de Nuestro Padre Jesús nos muestra al Hijo de Dios cargando la cruz, destacando su hermoso rostro que deja ver la firmeza y decisión de Cristo subiendo al Calvario para entregar su vida por nuestra salvación.
Durante la intervención efectuada en 1977 por Francisco Buiza se sustituyó el cuerpo por uno que se presenta más erguido y esbelto, ya que el primitivo mostraba una acusada curvatura hacia adelante, además de abrazar literalmente la cruz con los dos brazos, detalles ambos que, a nuestro juicio, le daban una gran personalidad, belleza y profundidad teológica.
Ante esta devota imagen, traemos las palabras que el recordado Papa Francisco dirigió a los devotos de Jesús Nazareno de Sonsonate, en El Salvador: “también hoy esperamos, como nuestros mayores hicieron, ver aparecer la imagen de Jesús Nazareno. Pero, ¿qué queremos ver?, ¿una estatua hermosa?, ¿una obra de arte valiosa? Nada de eso, como cada año, si salimos a las puertas de nuestras casas es para ver llegar a Jesús”, para “contemplar ese divino rostro y sentir que sus pies caminan a nuestro lado. Esa es la promesa que Dios nos hace cuando el paso del Nazareno gira para entrar en nuestro barrio, cruzar nuestra calle y detenerse a la puerta de nuestras casas. Su mirada de amor nos escruta y nos interpela, como a San Pedro, diciéndonos: ¿me amas? (cf. Lc 22,61; Jn 21, 15-17)”.
Antonio R. Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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