
La profesora de la Escuela Teológica San Manuel González Concepción Varo invita a profundizar en el Evangelio de este domingo, Solemnidad de los Fieles Difuntos.
¡Qué conformidad cuando el propio Jesús nos dice que no nos preocupemos! ¡Qué descanso experimentamos: Él está con nosotros y no nos abandona! Es una llamada de atención para que seamos conscientes de que esta vida es perecedera, algo que hoy no queremos ni pensar porque huimos de todo lo doloroso e incomprensible. La vida es maravillosa pero también cargada de sufrimientos, ya sea por nuestra propia naturaleza o por el daño de los demás. Es esperanzador que lo mejor esté por llegar, aunque de esto tampoco se habla hoy. Sólo aceptamos lo experimental, lo que nos aportan las ciencias; tenemos una miopía existencial por el excesivo presentismo que nos envuelve. Es cristiano saber que nuestra humanidad tiene un más allá, que según Cristo será de encuentro con el Padre. El deseo de trascendencia está impregnado en el interior de todas las personas. Estamos creados a imagen y semejanza de nuestro creador y llamados a la comunión con Él y con las demás personas, en el reino de Dios. Nos pide: «creed en Dios y creed también en mí», pero no sólo nos aporta deseo, nos asegura: «volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros».
Es la incredulidad de Tomás lo que permite a Jesús indicarnos: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Ante esta contestación, ¿qué hacer?: conocerlo, abrazarlo, seguirlo y continuar nuestro itinerario vital, lleno de alegrías y tristezas, sabiendo que nos acompaña con su cercanía, nos ayuda con su misericordia y nos espera con el amor del Padre.

