Queridos diocesanos, amigas y amigos de Málaga y Melilla:
Hablar hoy sobre migraciones no es tarea sencilla, pues la durísima situación que viven tantas personas es utilizada como munición para el enfrentamiento político. Sea como sea, no podemos permanecer indiferentes ante una realidad creciente; por la llegada de personas de otros países y por el fuerte descenso de la natalidad entre las familias españolas. Si observamos nuestro entorno, advertiremos que disminuye el número de españoles trabajando en hostelería, construcción, agricultura, limpieza y cuidado de mayores. Esta situación está especialmente presente en la provincia de Málaga y en Melilla. Además, en nuestras comunidades parroquiales y en Cáritas aumenta el número de inmigrantes que colaboran activamente.
Es cierto que en ocasiones la integración resulta compleja, y que una minoría muy reducida de inmigrantes puede generar violencia, que debe ser abordada con los medios que la ley prevé. Sin embargo, lo que aúna a la inmensa mayoría es su firme voluntad de ofrecer un futuro mejor a sus familias, enfrentándose a enormes problemas. La creciente dificultad de acceso a la vivienda está empobreciendo a muchos malagueños, que también se ven obligados a dejar su entorno vital, y provocando situaciones muy dolorosas de hacinamiento y de “sinhogarismo” entre la población migrante. Tampoco podemos obviar los abusos laborales, los inciertos procesos de regularización, la explotación sexual o la violencia contra la mujer.
Ante tanto sufrimiento, cabe preguntarse qué estamos haciendo en nuestros pueblos y ciudades. Al redactar esta carta, he tomado conciencia de la generosidad de muchas parroquias y hermandades que ceden espacios para charlas formativas y talleres ocupacionales dirigidos a inmigrantes. Cáritas Diocesana y las Cáritas parroquiales acompañan a estas personas en sus momentos más difíciles, brindándoles apoyo económico, emocional y educativo. También son numerosas las iniciativas promovidas por comunidades religiosas y asociaciones de apostolado seglar. La Delegación de Migraciones, por su parte, participa activamente en la Plataforma de Solidaridad con los Inmigrantes y en los Círculos de Silencio, organizados para romper las dinámicas que pretenden criminalizar a los migrantes.
Sé que se está haciendo mucho en Málaga y Melilla, pero no podemos conformarnos. Sigamos trabajando para superar actitudes utilitaristas, que sólo valoran a los migrantes en cuanto que nos vienen bien para realizar determinados trabajos y colaborar en el pago de las pensiones. Practiquemos los cuatro verbos que tantas veces repitió el papa Francisco para abordar la migración: acoger, proteger, promover e integrar. Atendamos la invitación del papa León XIV a recibir a las personas migrantes «como una verdadera bendición divina, una oportunidad para abrirse a la gracia de Dios, que da nueva energía y esperanza a su Iglesia». Que María, consuelo de los migrantes, nos guíe –a cada creyente, a las comunidades y a toda la Diócesis de Málaga– en el compromiso de construir comunidades que sean casas y escuelas de la “cultura del encuentro”, en las que ninguna persona se sienta extranjera, donde todos los hombres y mujeres podamos vivir en fraternidad.