Carta Pastoral al inicio de curso 2025-26

CARTA PASTORAL AL INICIO DE CURSO 2025-26

Índice

  1. TIEMPO DE GRACIA Y REDENCIÓN
    1. El Jubileo de la esperanza
    2. Evangelizar
    3. Lo original del cristiano fiel
    4. La santidad como prioridad pastoral
    5. Experiencia y pastoral del sacramento de la reconciliación
    6. La caridad con los necesitados
  2. PRINCIPALES INICIATIVAS DIOCESANAS DE EVANGELIZACIÓN
  3. PROPUESTAS DE ESPECIAL ACTUALIDAD
    1. Pastoral de Juventud y Vocacional
    2. Avanzar en Sinodalidad
    3. La piedad popular y las hermandades y cofradías

Invocación a María, Estrella de la Evangelización

 

1.- TIEMPO DE GRACIA Y DE REDENCIÓN

Comienza un nuevo curso donde constatamos en primer lugar que la vida sigue. Con ella también la historia de nuestros contemporáneos y la nuestra. Para quien sabe que el Hijo de Dios hecho hombre ha entrado en la historia humana para redimirnos, nuestro tiempo y nuestra vida se comprende como historia de salvación.

Sirvan las palabras de esta carta como invitación y exhortación al comienzo de este curso para seguir trabajando intensamente en la misión que el Señor nos ha confiado.

* * *

 

Estamos sumidos en una profunda crisis de sentido, fruto del materialismo y del relativismo moral que ha puesto en cuestión el valor de la verdad, que está llevando a nuestra civilización a la decadencia y al desorden. Como consecuencia la sociedad experimenta una gran desmoralización fruto de la impotencia ante el avance de una nueva sociedad carente de fundamentos, donde se impone un individualismo feroz. Aunque sabemos desde nuestra fe, que nos ha tocado vivir un tiempo precioso por muchas razones que conocemos –avances culturales y sociales, bienes que obtenemos, reconocimiento del altruismo y cierta conciencia social, etc.—, vemos también lo que es dramático, sobre todo por tantas dificultades personales y sociales que constatamos, sufriendo injusticias y desigualdades, padeciendo violencias y guerras ante las que nos sentimos superados.

En el contexto cristiano, tiempo de crisis y tiempo de salvación o redención están estrechamente relacionados. En realidad esta vida es siempre tiempo de crisis, pues la humanidad se encuentra alejada de Dios, sujeta al pecado y a sus consecuencias. La “redención” o “salvación” es el proceso mediante el cual Dios, a través de Jesucristo, rescata a la humanidad, ofreciendo perdón de pecados y la posibilidad de una nueva vida en comunión con Él. La crisis se puede entender como lo propio de la condición humana caracterizada por la separación de Dios debido al pecado. Esta separación lleva a la humanidad a un estado de necesidad espiritual y a la búsqueda de algo que llene ese vacío. La respuesta divina a esa crisis, es la oportunidad de reconciliación con Dios a través de Jesucristo. La crisis impulsa la necesidad de salvación. La redención restaura la relación con Dios, abriendo la puerta a la vida eterna. La cruz de Cristo es el punto central de la redención, donde se manifiesta el amor y sacrificio de Dios para rescatar a

la humanidad.  La crisis y la gracia describen la condición humana de separación de Dios debido al pecado y la respuesta divina a este trance a través de la salvación ofrecida por Jesucristo.

Muchos, ante ello, no tienen la respuesta que nosotros sabemos, que no es otra que el designio amoroso del amor de Dios manifestado en el corazón humano y divino de Cristo. La respuesta no es el consumismo, la búsqueda del poder, el individualismo egoísta que se apodera de muchos, sino en fortalecer los fundamentos y en cambiar de actitud personal, en tomar conciencia del papel que nos corresponde e impulsar los modos de vida acordes con nuestra fe, fundamento del humanismo que parece desaparecer, respondiendo así como “minorías creativas” al reto que se nos presenta. Los valores cristianos que fueron esenciales para la construcción de sociedades libres, siguen siendo necesarios ante el vacío moral que deja el secularismo extremo, pues ofrece una base sólida para la defensa de la dignidad humana.

La crisis, vista como un momento de prueba y discernimiento, puede ser también una oportunidad. La redención, por su parte, no es solo un evento futuro sino también una realidad presente, que transforma la existencia y da sentido a la esperanza (cf. Encíclica Spe Salvi, Benedicto XVI). Como ha afirmado el Papa León, «el mundo puede cambiar desde el Corazón de Cristo». Ahora bien, para ello se necesita una Iglesia, conmovida por la necesidad de los hombres y mujeres de este tiempo, una Iglesia marcada por la comunión, que no se refugie en sus cenáculos ni ponga su esperanza en recuperar el poder. Una Iglesia que sea hospital de campaña y tienda del encuentro, que anuncie sin miedo la verdad. Como discípulos del Señor no podemos mirar hacia otro lado, sino unirnos a la obra de la redención con nuestros medios, siendo𿿿eles al mandato de Jesús, a nuestra vocación y

misión de cristianos. Todo ello nos llama a construir el bien común, siendo así signos tangibles de esperanza en la Iglesia y en el mundo, siguiendo a Jesús, nuestro puerto de salvación, con verdad e integridad evangélica. Esta convicción nos hace afrontar el nuevo curso con atención pastoral y con un elemental programa donde concretar como diócesis nuestros esfuerzos compartidos. Afrontemos el curso que comienza con ánimo renovado, con la confianza de hacer presente en todo la redención, aprovechando todas las circunstancias a la luz de Dios con espíritu positivo y evangelizador.

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