“Acoger a la Virgen, quererla y tratarla en la oración”

Homilía de Mons. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, en la Eucaristía ofrecida por el Cuerpo de Hermanos Palieros de la Hermandad patronal Nuestra Señora de las Angustias, el 28 de septiembre de 2025, en la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias.

Queridos sacerdotes concelebrantes;
queridos palieros;
me vais a permitir un saludo especial a don José Antonio Martínez, este sacerdote que es de Granada, el que conozco desde que llega a la Conferencia Episcopal Española conmigo y es canónico de la Catedral de Toledo, y es el que cuida el culto mozárabe. Un cordial saludo, José Antonio, y gracias por venir en este día. No dejes a tu Granada y a su madre, que está también por ahí.
queridos hermanos y hermanas:

Voy a ser muy breve porque estáis de pie y no puedo abusar porque tenemos esta tarde la procesión. Y entonces, en este día, nosotros no hacemos más que acoger a la Virgen como nos la da Jesús: al pie de la cruz.

Nosotros somos, estamos representados en Juan Evangelista. La Virgen nos recibe como hijos, es la Mujer Nueva. Ella que venció en un árbol, fue en un árbol vencido. Cristo es el vencedor en el árbol de la cruz. Y Ella es designada Madre Nuestra por su Hijo Jesucristo. Y el discípulo, hemos escuchado en el Evangelio, la acoge como algo suyo, como alguien suyo, como su madre. Por eso, queremos a la Virgen de manera especial, es inseparable del Misterio de Cristo. No podemos querer a Cristo sin querer a la Virgen. Es más, a medida que a Ella la queremos más, más queremos a Cristo. Ella siempre nos va a decir, como en las bodas de Canaá, “haced lo que él os diga”.

Nosotros no hacemos en este día, y con nuestra devoción a la Virgen, que no puede ser algo sólo de sentimiento -los sentimientos se pasan, queridos amigos; en cambio, el cariño permanece. Y nosotros hacemos lo que aquella mujer del Evangelio hizo ante Jesús. “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, le dice a Jesús. Viva la Madre que te trajo al mundo.

Eso es lo que hacemos. Piropeamos a Jesús, piropeando a su Madre. Le mostramos nuestro cariño a su Madre, que, por otra parte, Ella ya lo predijo: “Me llamarán bienaventurada todas las generaciones”.

Por eso estamos aquí, en Granada, en su Basílica. Y con nosotros, los que tenemos y traemos en el recuerdo que nos han precedido en la fe, de nuestros mayores que ya no están con nosotros. Y también nos acordamos de los que no pueden estar porque están lejos, o están enfermos, o están mayores, imposibilitados.

Queridos hermanos y hermanas, eso es lo que hacemos en este día. Pero no podemos quedarnos ahí. Jesús corrige a aquella mujer de alguna manera y le dice, bienaventurado, más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

Es decir, la Virgen quiere cristianos, hijos buenos. ¿Y dónde pone Jesús esa bondad? En hacer lo que Dios nos pide, en cumplir la Voluntad de Dios, en cumplir sus mandamientos, en vivir como Dios manda. Podríamos resumirlo así si queréis: en el amor a Dios y en el amor al prójimo.

¿Y qué podemos aprender de la Virgen? Su fe. Ella está al pie de la cruz. Fijaros si no hay que echarle fe, con su Hijo sobre la mesa de ofrenda, ofreciéndolo y en Él reconociendo todas las angustias de todos los seres humanos. Y hay tantas angustias, en el sufrimiento del mundo.

Hay tantas heridas abiertas en estos momentos de guerras, de violencia, de incomprensión, de soledad. Tantas y tantas heridas, tantas y tantas angustias. Por las que podemos llevar en nuestro corazón y que pueden parecer invisibles, pero la procesión va por dentro ésta otra.

Queridos amigos, la Virgen nos acoge, nos mira con la mirada con la que mira a su Hijo y lo ofrece.

Fe. Fe para ver nuestra vida, ver a Dios, ver a los demás con los ojos de Dios. Esperanza. No podemos perder la esperanza, no vivamos sólo de tejas para abajo. La muerte no es el final. La Virgen de las Angustias está anunciando ya la Resurrección de Cristo. El que tiene delante de sí es el que ha resucitado, es el Señor, el vencedor del pecado y de la muerte, nuestra esperanza.

Y tenemos que aprender de la Virgen la caridad, el cariño, porque ese es el distintivo de los cristianos.

Fijaros, fe, esperanza y caridad, hacer la voluntad de Dios, vivir como Dios manda, acoger a la Virgen y quererla y tratarla en la oración. Eso es lo que hemos venido a hacer este día y lo que queremos hacer siempre.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

28 de septiembre de 2025
Basílica de Nuestra Señora de las Angustias

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