LOS “PERRIJOS” O POR QUÉ PREFERIMOS EL AMOR UNIDIRECCIONAL, por Jesús Martín Gómez

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Vivir cerca de un parque te brinda oportunidades únicas para examinar el ethos humano. Además de los transeúntes que en mitad de la noche deciden hablar a voces por el móvil o sentarse un rato a disfrutar de las litronas compradas en el “24 horas” de la esquina, se puede disfrutar de los sones de la pelea de gallos de los raperos a las diez de la noche, del arrullar de las tórtolas al amanecer y del alegre pasar de los escolares hacia sus pupitres al inicio de la mañana.

Sin embargo, en medio de esta fauna urbana, hay una manada que llama por encima de todo la atención. Se trata de los dueños de perros que traen a sus mascotas a trotar alegremente por los parterres del parque. No quiero que se piense que estoy en contra de ello, simplemente me da para reflexionar la observación del trato que los humanos dispensan a sus perrijos (perro + hijo).

¿Podríamos decir que en estas relaciones existe amor o solo se trata de un deseo de posesión y control?

Sin duda late un auténtico deseo de amor verdadero. Las mascotas suplen, en algunos casos, el ansia por tener relaciones humanas satisfactorias, esto es, libres y desinteresadas. Relaciones caracterizadas por la ausencia de cadenas y de posesiones. Sin embargo, pienso que es más fácil controlar a la mascota, obligarla a cumplir nuestros deseos o chantajearla con alguna chuchería para que su comportamiento se adecúe a lo que esperamos.

A menudo, las relaciones humanas se ven empañadas por la necesidad de controlar, de poseer, de creer que el otro nos pertenece, por la codicia. En lugar de sanar esta forma de comportarnos con los demás nos aferramos a un amor incondicional donde no somos juzgados o cuestionados, pero donde tampoco crecemos como personas y nos vemos, sin darnos cuenta, llamando “cari” a nuestro perrito.

Las relaciones humanas son bidireccionales. En ellas se debe respetar la individualidad del otro, celebrar sus decisiones y apoyar su crecimiento personal, aunque ello signifique aceptar caminos distintos a los nuestros. Amor desinteresado quiere decir entender que el amor no es una jaula sino un espacio abierto, aunque ello implique el riesgo de la libertad. Si no corremos el riesgo a sufrir por los demás nunca creceremos, nunca maduraremos, nunca aprenderemos a amar con toda nuestra humanidad.

Jesús Martín Gómez

Párroco de Vera

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