
El profesor de los Centros Teológicos Luis Rosa Invernón invita a profundizar en el Evangelio de este domingo, XXV del Tiempo Ordinario, (Lc 16, 1-13).
Nuestra vida es un constante elegir entre opciones a través de las cuales nos vamos construyendo. Nuestra realidad presente es fruto de una conjunción: lo que nos ha pasado, lo que hemos padecido y se nos ha impuesto, la circunstancia de nuestra vida; y, al mismo tiempo, nuestras elecciones, aquello que decidimos hacer en el pasado, el despliegue de nuestra libertad. En esta unión se determina quiénes somos, con decisiones que a veces consideramos trascendentes y otras que parecen irrelevantes.
El evangelio de hoy nos pone en alerta sobre esta cuestión: la importancia de cada acción debe evaluarse en una doble dirección. Primero, por el impacto que genera en los demás; segundo, por cómo esas acciones van configurando nuestra realidad personal. Por eso es esencial la fidelidad “en lo poco”, que abre la posibilidad de la fidelidad “en lo mucho”. Las virtudes, como la bondad o la generosidad, se construyen en lo concreto de cada acto. Las palabras de Jesús nos recuerdan que no podemos llevar una doble vida. Nuestra lucha interior es por la coherencia, la integración y la transparencia. La doble vida destruye a la persona y se juega en los detalles: no se puede servir a Dios y a la vez a los falsos ídolos, simbolizados en el dinero, medio de dominio y falsa promesa de felicidad.

