
El Evangelio de este domingo XXIV del tiempo ordinario es de una especial belleza. El capítulo 15 de san Lucas es, desde el punto de vista literario, una verdadera obra de arte. En tres parábolas Jesús muestra el corazón de su Padre que se goza al recuperar lo perdido: la oveja perdida (vv.4-7), la moneda extraviada (vv. 8-10) y el hijo pródigo (vv.11-32). Estas enseñanzas se han considerado como “el corazón del tercer Evangelio”. En ellas el evangelista nos muestra su tema predilecto: el amor y la misericordia sin límites de Dios que suavemente nos llama al arrepentimiento y a la conversión.
En estas parábolas, aunque dirigidas a los fariseos y publicanos, nos vemos retratados los discípulos de Jesús en la tensión dialéctica permanente expresada en el texto con los adjetivos “perdido/encontrado”.
Las tres parábolas tienen un protagonista principal que es Dios Padre, rico en misericordia (vv.1-32). Los personajes secundarios en estas escenas, de una u otra manera, nos representan a cada uno de nosotros que no acabamos de seguir a Jesús con radicalidad y aprovechamos cualquier excusa para desaparecer por cualquier vericueto.
La parábola de la oveja perdida (vv. 4-6) ciertamente es una defensa del comportamiento de Jesús que tiene amor de predilección por los más alejados y maltratados por la vida. En el v. 7 la parábola se ensancha con una dimensión nueva: la alegría que se experimenta en el cielo, no tanto porque la búsqueda haya sido fructífera, sino porque uno que estaba “perdido” ha llegado a la “conversión”.
La parábola de la moneda extraviada (vv. 8-10) es calco de la anterior. La figura de la mujer tipifica la iniciativa de Dios, que se afana por encontrar al “descreído”. Dios rebasa todas las fronteras humanas, incluso el alejamiento del pecador, para buscarlo con ahínco y posibilitarle una vida nueva. El cielo explota de alegría «por un solo pecador que se convierte».
La tercera parábola (vv. 11-32) es denominada por J.E. Compton como “la obra maestra de todas las parábolas de Jesús”. Es conocida como “la parábola del hijo pródigo”. Así la tituló la Vulgata en la nota marginal De filio prodigo. Acudiendo a J. Jeremías, denominamos a este relato “como la parábola del amor del padre” porque éste, sin duda, es el personaje central. De nuevo en la actitud del hijo mayor, del que poco se habla y con quien nos parecemos mucho, se retrata la actitud tóxica de los fariseos y doctores de la ley. La decisión del hijo menor de volver a casa es ocasión para mostrar la magnanimidad del padre que “ama y perdona sin condiciones”. El Señor nos ha puesto el traje de fiesta y el anillo en la mano, ¡empecemos el banquete!
Manuel Pozo Oller
Párroco de Montserrat