Y después de tanta búsqueda, los Magos no podrán decir jamás que han encontrado al Señor. No lo alcanzan como el que logra un trofeo que ha perseguido durante mucho tiempo, sino que se dejan encontrar por un Dios que es radicalmente distinto a como habían imaginado.
Por eso cesan los razonamientos, elucubraciones, pronósticos… Y solo queda espacio para la adoración, que nos permite entrar en la lógica apabullante de Dios El encuentro con el rostro personal de Dios en Jesucristo transforma la vida de los Magos. Ahora han de marchar a su tierra, pero por otro camino –dice el texto de Mateo-. No hay encuentro real con el Señor sin cambio, sin que se nos abran nuevas perspectivas desde las que contemplar lo de siempre, sin creatividad en el seguimiento, sin una nueva dinámica e impulso en todo lo que hacemos.
Del encuentro con la alegría del Evangelio deriva la fuerza misionera de la Iglesia. Continuamos la misma misión que recibieron los apóstoles, pero tenemos que reinventar caminos para que nuestros hermanos puedan experimentar también la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo. El papa Francisco no se cansa de repetirlo: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades».
Rafael Vázquez
Sacerdote diocesano