Victoria Ortega Palop es profesora de Religión católica del IES Séneca de Córdoba
Cuando echo la vista atrás, comprendo que nada ha sido casual. Como decía San Juan XXIII, “lo que ocurre en la vida del cristiano tiene siempre un sentido providente”. Así ha sido mi camino como profesora de Religión: desde mis inicios en Primaria en Málaga hasta mi actual labor en Secundaria en Córdoba. Más de tres décadas al servicio de una vocación que me ha transformado y que sigo viviendo con pasión.
He recorrido todas las etapas legislativas de la educación en España: desde la Ley General de Educación hasta la actual LOMLOE, pasando por LOGSE, LOCE, LOE y LOMCE. A pesar de los vaivenes políticos y sociales, la asignatura de Religión ha resistido. Y no por costumbre, sino porque responde a una dimensión profunda del ser humano. La legislación reconoce su valor dentro del sistema educativo, y quienes la enseñamos hemos aprendido a defenderla con responsabilidad y convicción. Es un derecho, pero también una necesidad.
Durante todos estos años, he comprobado que la clase de Religión es mucho más que una materia optativa. En ella he visto cómo jóvenes, a menudo no creyentes o sin tradición familiar religiosa, se apuntan y se quedan. A veces llegan por curiosidad, y se encuentran con un espacio de escucha, de diálogo y de sentido. Descubren algo más: preguntas que no sabían que tenían, y una esperanza que les habla al corazón. Y en ese proceso, también yo he sido evangelizada. Muchos de nuestros alumnos, a pesar de vivir situaciones difíciles tienen una capacidad admirable para amar, reconstruirse y creer en el bien. En ellos he visto a Dios.
Me siento profundamente agradecida a mis compañeros de claustro, con quienes, pese a nuestras diferencias, siempre he encontrado respeto, apoyo y cercanía. También a las familias, que han valorado nuestra asignatura, confiado en nuestro trabajo y mostrado siempre afecto y gratitud.
Y, por supuesto, mi más sincero agradecimiento a nuestro asesor Miguel Gómez, por su cercanía, orientación y apoyo constante. También a la Delegación Diocesana de Enseñanza, que nos ha acompañado con firmeza y humanidad, bajo el apoyo incondicional de nuestro anterior Obispo, Don Demetrio Fernández, que siempre defendió la presencia de la asignatura de Religión en la escuela como un derecho de las familias y un servicio de la Iglesia a la sociedad.
Fuera del aula, he tenido la suerte de vivir mi vocación también en el ámbito diocesano: colaborando con la antigua Delegación junto a Ana María Roldán, participando en el Consejo Diocesano de Laicos, en programas de formación sobre la protección del menor, colaborando en la organización de las Gymkanas Fernandinas. Todo esto ha ampliado mi mirada y fortalecido mi compromiso eclesial.
A veces me preguntan por qué la Religión sigue en la escuela. La respuesta es clara: porque sigue siendo necesaria. Como decía san Agustín, “nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.” La Religión no sólo transmite valores: nos acerca al amor de Dios, nos enseña a vivir desde la fe y la esperanza, y responde al anhelo más profundo del corazón humano. Por eso, aunque cambien las leyes o los contextos, permanece. Porque Dios sigue llamando y muchos siguen buscando.
No sabemos cuáles serán nuestros futuros retos como profesores de Religión, pero pase lo que pase, confiamos en que Aquel que nos llamó nos seguirá acompañando. Él abrirá caminos, sostendrá la misión y hará fecunda la semilla, incluso cuando el terreno parezca árido o incierto.
“El Evangelio es el libro del pueblo, el libro del maestro. Educar con él es dar vida, no sólo palabras” (San Juan XXIII).
La entrada Una vida entregada a enseñar Religión apareció primero en Diócesis de Córdoba. Ver este artículo en la web de la diócesis