La liturgia de la Iglesia nos adentra, de nuevo, en el Tiempo Ordinario, centrado en los “pasajes y paisajes” de Jesús durante su vida pública
La página del Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús que envía en misión a setenta y dos discípulos, número que probablemente indica todas las naciones. Y en este “envío” prefigura la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio a todos los pueblos: “La mies es mucha y los operarios son pocos”.
“Este es el primer deber del cristiano: Escuchar a Jesús, que nos habla, robustece nuestra fe y nos salva con su Palabra”, nos decía el Papa Francisco. “En casa, proseguía, ¿tenemos un Evangelio? ¿Leemos un trozo, un pasaje? ¿O tenemos miedo? ¿O no estamos habituados a escuchar la Palabra de Jesús? Os pido que leáis un pasaje del Evangelio cada día. Sentid que cosa sucede, sentiréis a Jesús”.
¡Buen consejo para esta época estival, tiempo de descanso, pero también de “descubrimientos” de paisajes nuevos, de lecturas nuevas, de formación permanente! San Josemaría hablaba en uno de sus libros de los tres “destellos” que tiene la Palabra de Dios, con esta frase: “A nadie niega Jesús su palabra, y es una palabra que sana, que consuela y que ilumina”.
No se podría decir mejor ni más bellamente.
Primero, “sana”. Es decir, “libera de males”.
Segundo, “consuela”. O lo que es lo mismo, “acaricia el alma”.
Tercero, “ilumina”. Llegarán, a veces por sorpresa, “momentos de oscuridad y de tinieblas”, cuando necesitamos “ver” como pedía Bartimeo ardientemente a Jesús.
En el librito de pensamientos, “Ni un paso atrás”, don Gaspar Bustos nos sugiere que “leamos” la Escritura: “Si leemos la Escritura, veremos que todo nace del amor”.
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