Enfermos y miembros de la Pastoral de la Salud peregrinan con júbilo y esperanza en la Pascua del Enfermo

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

Este domingo, sexto de Pascua, la iglesia celebraba la Pascua del Enfermo; con este motivo la Pastoral de la Salud organizó el Jubileo de los Enfermos enmarcado en el Año Jubilar de la Esperanza, convocado por el papa Francisco en el 2025 aniversario de la Encarnación de nuestro Señor.

El Camarín de Jesús, lugar de gran devoción para los jiennenses, fue el punto de acogida y encuentro para iniciar, tras el rezo de Santo Rosario, la peregrinación jubilar hasta la Catedral.

Desde allí, partimos en peregrinación, portando en andas la imagen de la Santísima Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos. Encabezaba el recorrido Monseñor Sebastián Chico Martínez, obispo de Jaén, acompañado del delegado y subdelegado de Pastoral de la Salud y de sacerdotes del clero diocesano de Jaén.  

Miembros de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes, hospitalarios, sanitarios y voluntarios, acompañaron a los enfermos y a las personas mayores durante el trayecto y en la celebración eucarística. La peregrinación hasta el templo Jubilar estuvo marcada por un ambiente de alegría y oración, animada con las canciones del coro de la hospitalidad diocesana de Lourdes “Quien canta reza dos veces”, fue un signo visible de la fe de una Iglesia que camina al lado de los que sufren.

Ya, en la Catedral, la celebración jubilar comenzó con la aspersión del agua bendita como recuerdo del bautismo por el que fuimos incorporados a la iglesia. Las lecturas, la oración de los fieles y las ofrendas corrieron a cargo de los hospitalarios; las voces de los miembros de la coral de la Catedral de Guadix pusieron el acompañamiento musical a la Eucaristía.  

Homilía

El Obispo dirigió unas palabras llenas de consuelo y esperanza a todos los asistentes que reconfortaron el ánimo y animaron el espíritu.

Don Sebastián comenzó su prédica con una calurosa bienvenida a los que estaban lucrando el jubileo y de manera especial, a los enfermos: “No venís como los últimos, sino como los predilectos del Señor. La enfermedad, cuando se acepta con fe, nos permite ver nuestra vida con verdad, nos hace más transparentes a la gracia, más abiertos a Dios. Vosotros sois el espejo donde se refleja con claridad la condición humana, y también el rostro misericordioso de Dios que se acerca al que sufre”.

Después de reflexionar sobre las lecturas proclamadas, el Obispo se dirigió, de manera particular, a los que sufren el dolor y la enfermedad para decirles: “Para muchos de vosotros, tal vez el lecho del dolor es ya vuestro único espacio. Pero ese lugar humilde, solitario a veces, puede convertirse en santuario. Dios quiere habitar en vuestro corazón, hacer de él su templo vivo. La enfermedad no es un obstáculo para esta comunión, sino que puede ser un camino privilegiado para vivirla. Porque cuando se acepta con amor y se vive desde la fe, el dolor se transforma en altar y el corazón, en sagrario”.

Don Sebastián quiso consolar, desde la fe, el corazón de las personas enfermas, y para ello les dijo: “Queridos hermanos enfermos, en medio de un mundo que idolatra el bienestar, que quiere esconder la enfermedad, vosotros sois testigos de otra sabiduría: la del sufrimiento vivido con sentido. La enfermedad nos cura de falsas seguridades, nos enseña a amar con gratuidad, a vivir con sobriedad. Nos recuerda que no somos autosuficientes, que dependemos unos de otros, que necesitamos a Dios. El dolor, vivido con fe, nos hace más humanos, más compasivos, más santos”. En este sentido, insistió en que el Señor no abandona nunca y se hace más presente en aquellos que sufren: “No estamos solos, no estáis solos. Dios no ha mirado el dolor desde lejos: en Jesús, lo ha abrazado. Él ha sufrido, ha llorado, ha sentido el abandono, y lo ha llenado de redención. Por eso, cuando sufrimos con Él, no nos hundimos, sino que somos elevados. Por eso, en lugar de rebelarnos, podemos dar gracias: ¡Cristo ha compartido nuestras heridas, y las ha hecho fuente de gracia! En vuestras camas, en la soledad, en los hospitales… no estáis nunca solos: Jesús os acompaña, os consuela, os salva desde dentro”.

Antes de concluir su homilía el Prelado jiennense quiso profundizar en el hermoso sentido del sacramento de la unción, como un regalo, como una gracia de Dios que los acaricia en esos momentos de dolor. “Vais a recibir el Sacramento de la Unción de los Enfermos, que no es un sacramento de derrota, sino de fortaleza y vida. La Iglesia, madre y maestra, os unge con el óleo santo para deciros al oído del alma: “el Señor está contigo, en tu dolor, en tu debilidad, en tu soledad, y te sostiene”. El Espíritu Santo, que ya habita en vosotros desde el Bautismo, renueva ahora su presencia, os fortalece para que no perdáis la fe, y os llena de consuelo para que no se apague la esperanza en vuestros corazones”- e insistió- “Este Sacramento no es sólo para el final de la vida. Es para el camino. Es para los que están cansados, débiles, hospitalizados, envejecidos o heridos por una enfermedad que les limita. Es un signo pascual: Cristo, el resucitado, se acerca a vosotros como el Buen Samaritano, derrama sobre vuestras heridas el vino de su sangre y el óleo de su Espíritu, y os dice: ‘Levántate, yo estoy contigo’”.

Uno de los momentos más señalados de la celebración fue la administración del sacramento de la Unción a los Enfermos y personas mayores, sacramento que, con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve animándolos a unirse libremente a su pasión y muerte.

Con la veneración al Santo Rostro y la bendición del Obispo terminó esta emotiva y alegre celebración.

Hospitalidad Diocesana de Lourdes

Galería fotográfica: «Pascua del Enfermo y Jubileo de la Pastoral de la Salud»

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