Homilía en la Eucaristía del Sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo Mons. José María Gil Tamayo, celebrada en la S.A.I Catedral el 21 de mayo de 2025.
Queridos sacerdotes concelebrantes;
responsables de la acción catequética de estos grupos que hoy se presentan;
queridos catequistas;
queridos padres y padrinos;
queridos confirmandos;
queridos familiares y amigos todos:
Estamos en esta ceremonia solemne de nuestra Catedral, que simboliza la Iglesia de Granada con su esplendor; en esta Catedral, que nos hace recordar que somos miembros de la Iglesia: que somos templos del Espíritu Santo. El templo material es una imagen del templo que somos cada uno de nosotros. Nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Ese es el amor cristiano, el amor que Dios nos tiene. Dios mismo es Amor. Así lo define el evangelista Juan en su Primera Carta. Y él dice también, “nosotros hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en Él”.
Queridos amigos, no olvidéis esto nunca: Dios nos ama. Es lo que está repitiendo, desde el inicio, hace poco más de una semana de su pontificado, el Papa León. Ésta es la gran verdad cristiana, la gran verdad que transforma los corazones y que aquellos que siguieron a Jesús, que no eran gente muy valiosa. Los propios evangelios nos muestran sus defectos innegables, se pelean entre sí a ver quién va a ser el primero; esos apóstoles que dejan a Jesús, lo abandonan, sólo el más joven permanece; que el jefe de ellos lo niega y que uno de ellos lo vende. Ningún jefe de personal habría escogido ese equipo. Pero Jesús los escogió, conocedor de sus defectos. Jesús mismo había dicho que no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, y que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, y ahí entramos nosotros. Y aquellos primeros cristianos que recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés y hoy se va a repetir ese prodigio, aunque de manera insensible, no os vais a dar cuenta, pero a través del signo de la imposición de mis manos, sucesor de los apóstoles, de aquellos que estaban allí, y que de manera ininterrumpida por la sucesión episcopal ha llegado hasta mí, ahora como arzobispo vuestro, y con la oración en la que le pido al Espíritu Santo que os consagre con el Crisma, que significa “el Ungido”: Cristo es el Ungido.

Nosotros somos crismados también. Somos santificados. Somos algo grande. Somos hijos e hijas de Dios. Esta es nuestra grandeza, ya por el bautismo. Y ahora, queridos confirmandos, cada uno de procedencia distinta, cada uno con edad distinta, los hay desde jóvenes que estáis en los estudios de la ESO, de bachillerato, hasta personas ya mayores, que están ya en una tarea profesional; que los hay he visto hasta una madre, vais a hacer un compromiso cristiano de seguimiento de Jesucristo. Os habéis preparado cada uno en vuestra comunidad de referencia, sean desde los franciscanos, las Escuelas de la Ave María, la delegación de Enseñanza, de Educación, la parroquia de Las Gabias, la parroquia de San Gregorio Bético, la de Víznar, los salesianos, no sé si me quedo alguno más por ahí, habéis ido preparando (perdonadme si me dejo alguno, no tengo la lista), os habéis ido, como comunidad de referencia, cogiendo el estilo de Jesús.
Y ahora, vais a recibir el Espíritu Santo como aquellos primeros cristianos, para dar testimonio de Jesús en el mundo, para dar testimonio en nuestra época, sin avergonzaros de él, para ser cristianos no sólo de nombre, sino en vuestra vida, cada uno con su manera de ser, en sus circunstancias, en el trabajo, en la vida social, en la vida de familia, en la diversión, en los estudios, ser cristiano. Y eso no significa que seamos perfectísimos, sino que el Señor va a venir en vuestra ayuda, y si estamos unidos a Él, como nos ha dicho Jesús en el Evangelio –“como el sarmiento a la vida”-, Él no nos va a dejar, Él os va a ayudar, Él os va a dar la fuerza para responder como cristianos en los distintos momentos y circunstancias. Podemos pasar, como pasamos todos, temporadas más difíciles, incluso crisis de fe. Podemos como apagarnos o enfriarnos, pero esa semilla que hoy va a revertecer en vosotros, esa semilla que ha puesto ya Dios en vuestro corazón por el bautismo, el don de la fe, y que hoy revitaliza el Espíritu Santo. Es Jesús mismo el que os va a mover, nos mueve. Dice la Sagrada Escritura que no podemos ni tan siquiera decir Jesús es el Señor, si no es por el Espíritu Santo. Es el mismo Jesús el que nos lo recuerda hoy en el Evangelio: “Sin Mí no podéis hacer nada”. Y así aquellos pobres hombres, aquellos pobres apóstoles, aquellos pobres cristianos, junto con las santas mujeres, cambiaron el mundo.
Y por eso hoy llenamos nuestra catedral. Por eso, a lo largo de los siglos, como ahora, en muchas partes del mundo está presente la Iglesia de Cristo, están presentes los cristianos, incluso algunos sufriendo el martirio. Desde el año 2022 al 2025, han muerto 10.000 cristianos en Nigeria. Hoy ser cristiano es jugarse el tipo, no es tener un carnet, no es apuntarse porque me gustan las cosas de la Iglesia, o no simplemente es un requisito. No vale eso de ser creyente, pero no practicante. No vale ser cristiano a temporadas si me van las cosas bien y después Dios como si fuese para usar solo en caso de emergencia. Sino, como decía Santa Teresa de Jesús, lo decía de sus tiempos, en el siglo XVI -decía ella- “en estos tiempos recios hacen falta amigos fuertes de Dios”. Nuestros tiempos necesitan también amigos y amigas de Dios, amigos de Jesús y amigas de Jesús, que den la cara por Él, que no se escondan de sus convicciones cristianas o no las guarden y no se avergüencen de rezar. Que den con el testimonio de Jesús que nace del Sacramento y de la fe, de la gracia definitiva, den testimonio de Él.


Vais a recibir el don de sabiduría, el don de entendimiento, el don de ciencia, el don de piedad, el don de consejo, el don de fortaleza, el don de temor de Dios. Vais a recibir esa gracia y esa fuerza de Jesús, para que oréis como un hijo ora a su padre, no sólo como si fuese una cosa mágica, no mirando para los lados a ver si alguien me ve o no me ve. Vais a recibir la fuerza de Jesús para manifestaros como cristianos en vuestros ambientes, para tener los criterios de Jesús que habéis aprendido en la catequesis, en vuestra formación y que no es una cosa para examinarse de un examen como puede ser la selectividad o puede ser cualquier otro examen. Es para vivirlo, es para mostrarlo, porque el mejor predicador es ‘fray ejemplo’ y porque el Señor nos quiere así, amigos suyos de verdad. Y vuelvo a repetir, no es que seamos perfectísimos, mejores que los demás, pero el Señor nos da su fuerza si estamos unidos a Él.
Y cuando no estamos unidos a Él, cuando nos desgajamos por nuestro pecado, por nuestro egoísmo, por nuestro materialismo, por nuestras ideologías, cuando nos separamos de Él, al mismo tiempo se produce una falla de humanidad. Al mismo tiempo, ya no amamos como debiéramos, con el amor y la ternura de Jesús en nuestro corazón. Yo os animo y le pido hoy al Señor, mientras han ido diciendo cada uno de vuestros nombres, he pedido por vosotros, por cada uno y por cada una, para que seáis amigos fuertes de Dios, cristianos de verdad.
Que la Santísima Virgen, la Madre Nuestra, a la que invocamos como Nuestra Señora, la Virgen de las Angustias, os acompañe, os cuide siempre, y no os olvidéis de Ella nunca.
Que seáis buenos hijos, buenos amigos de Dios, y, como Ella le dijo a aquellos criados en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga”, lo que os diga Jesús. Vivid, por favor, como Dios manda.
Así sea.
+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
21 de mayo de 2025
S.A.I Catedral de Granada
The post “Vais a recibir el Espíritu Santo, para dar testimonio de Jesús en el mundo” first appeared on Archidiócesis de Granada.