Ha amanecido de nuevo cerca del mar. Ya, en el hospital, voy antes que nada a ver a mi amigo de Marruecos. Ingresó hace pocos días, en cuidados paliativos, consciente que estos son ya sus últimos días.
No tardamos mucho tiempo en sintonizar. Hablamos de muchas cosas, pero sobre todo de los miedos que nos llegan y nos atrapan cuando el daño es grave y no te deja muchas escapatorias.
Él, acostado en la cama y yo, sentado junto a él sobre una silla, le tendí la mano y enseguida me la aferró como para sentirse seguro y acompañado. La soledad deja grietas que no sabemos hasta dónde pueden llegar… Lloró, rió y creo que yo también hice mi parte. Cuando el corazón fluye sinceridad y en las palabras hay dolor buscando esperanza, las lágrimas curan y sanan heridas, porque la palabra ha tenido su momento de ser pronunciada y también escuchada.
Ayer me detuve por casi tres horas, con mi mano entre la suya. Me agarraba como para no soltarme, como para sentir paz. Yo también la sentí. Una música suave nos acompañaba y, cuando abría de vez en cuando los ojos, me sonreía como agradeciendo la compañía. Yo asentía.
Hoy, de nuevo me he acercado a primera hora, con la duda de saber cómo estaría. Y lo encontré agonizando y acompañado por un amigo que trabajaba con él en los invernaderos. Me acerqué para tocarle la frente y hacerme presente. Abrió los ojos y me sonrió haciendo un esfuerzo grande. Le agradecí su sonrisa y le dije que me alegraba muchísimo de poderlo ver y saludar.
Al finalizar la jornada en el hospital, después de haber visitado más pacientes y sus familias, me acerqué de nuevo y todo indicaba que era el último tramo. De nuevo toqué su frente y abrió los ojos una vez más. Le saludé y besé su frente. Él tomó mis manos para acercar mi cara a la suya y selló su amistad regalándome un beso de amor, de despedida y de agradecimiento.
El amor no entiende de religiones, ni de momentos, ni de circunstancias. El amor se da porque existe y vive. Y cuando nos encontramos con ese amor, es cuando entendemos que la paz es el camino y que el amor pone su luz insuperable.
Hoy voló al cielo de todos donde, cuando llegue mi hora, espero que sea él quien también me espere.
Gracias, amigo, por tanto bien en tan poco tiempo.
Juan Manuel Arija (sdc)
Capellán Hospital Vázquez Díaz
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