HOMILÍA DEL OBISPO EN LA FIESTA DE SAN JUAN DE ÁVILA

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas 2 Cor 4,7-15; Salmo 22; Jn 17, 20-26

Mis queridos hermanos sacerdotes y diácono, querido Manuel Herrerías que hoy celebras tus 50 años de entrega a esta Familia de la Iglesia que peregrina por Almería, además de tus doce años en el Congo. Damos gracias a Dios por la elección ayer tarde de nuestro Santo Padre León XIV. Celebramos hoy, un día antes, por motivos pastorales, a nuestro patrón san Juan de Ávila.

Hay síntomas de la iglesia de aquellos años (1499–1569), en que vivió san Juan de Ávila, que aún arrastramos y de ahí la actualidad de sus escritos y de su visión. Vivía en una iglesia en que los poderes políticos intentaban doblegar mezclándose con ella. A los líderes eclesiales les faltaba visión de unidad en la pluralidad y corresponsabilidad. El episcopado, en muchos casos había perdido la dimensión misionera, había una lucha entre las distintas eclesiologías o maneras de ver la iglesia, con insistente empeño de mantener sólo mi punto de vista. Eran tiempos recios con una obstinada decisión de hacer todo nuevo con una falta de humildad en el seguimiento de un solo pastor.

San Juan de Ávila busca con su vida y su testimonio como única urgencia pastoral la comunión eclesial y la santidad. La Iglesia no se desmorona por cuestión de cimientos, sino por la falta de compromiso de todos los cristianos, comenzando por nosotros, en esta búsqueda de la unidad y de santidad.

Siempre me ha preocupado la santidad y más cuando uno va cumpliendo años y mira qué ha ido haciendo de su vida. En nuestro patrón, (consejero espiritual de Santa Teresa de Jesús, San Juan de Dios y san Francisco de Borja) personalmente resumiría en tres frases de sus escritos como suficientes para entender que es la santidad

“No hay más alta perfección que amar mucho y de veras a Dios y por su amor al prójimo.”

“La santidad no está en hacer cosas grandes, sino en hacer lo ordinario con gran amor y pureza de intención.”

“La santidad no es fruto de esfuerzos humanos, sino de dejarse moldear por el Espíritu.”

Y un gran amor a Cristo en la Eucaristía, que tiene que ver mucho con la humildad y el abajamiento, pues es el orgullo es el gran pecado que nos corroe, nos separa y nos destruye.

Las primeras palabras ayer de nuestro Papa León XIV están cargadas de respuestas a esta pregunta sobre la santidad.

En primer lugar, una certeza:

Dios nos quiere, Dios nos ama a todos, ¡el mal no prevalecerá! Todos estamos en manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante.

En segundo lugar, una misión:

Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayudémonos unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz.

En tercer lugar, una vocación:

Como sucesor de Pedro quiero caminar junto a vosotros, como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.

«Con vosotros soy cristiano y para vosotros obispo» (san Agustín). En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.

Y saludando a su diócesis, la Iglesia de Roma, repite de nuevo:  Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, el diálogo, siempre abierta para acoger a todos, a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor.

Su lema episcopal dice “En el único, Cristo, somos uno”, por eso no es de extrañar que sus primeras palabras estén cargadas de amor, diálogo, trazar puentes, unidad, caridad y misión. Comenzando con la certeza que somos frutos del amor de Dios y no podemos entregar a los demás más que amor. Gracias queridos hermanos sacerdotes. ¡Ánimo y adelante!

Aguadulce, 9 de mayo de 2025

+ Antonio Gómez Cantero

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