
VIERNES 9 DE MAYO – CON MIS MANOS
¿Qué hacen nuestras manos? Gestualizar mientras dialogamos, practicar la comunicación no verbal y no consciente, expresar sentimientos, acariciar, apretar en los abrazos, cocinar, teclear móviles y portátiles, tocar música, preparar recetas, tomar el pulso a la fiebre, palpar la madurez de un fruto, rozar las mejillas, sujetar o impedir una caída, sembrar plantas, decorar los espacios habitables, sanar las heridas, servir las copas, escribir, señalar direcciones, extraer los minerales, dibujar, pintar, hacer esculturas, enviar mensajes a través de las redes, aliviar las tensiones del otro. Y mucho más.
Las manos se transforman en el alma de la actividad y la inteligencia, ofrecen más información que todo nuestro cuerpo. Nosotros las guiamos para realizar tareas necesarias y ociosas. Necesitamos las manos para la comunicación y la expresión, como herramientas de la personalidad y de nuestro yo profundo.
Escuchamos la Palabra
Jesús cruzó, de nuevo, al otro lado del lago, y se reunió junto a él un gran gentío. Estando a la orilla llegó un jefe de la sinagoga llamado Jairo, y al verlo se postró a sus pies y le suplicó insistentemente: —Mi hijita está en las últimas. Ven e impón las manos sobre ella para que sane y conserve la vida.
Se fue con él. Lo seguía un gran gentío que lo apretaba por todos lados. Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, que había sufrido mucho en manos de distintos médicos gastando todo lo que tenía, sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se había puesto, al escuchar hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto. Porque pensaba: con solo tocar su manto, quedaré sana. Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana. Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió a la gente y preguntó: —¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le decían: —Ves que la gente te está apretujando, y preguntas: «¿Quién te ha tocado?».
Él miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado. La mujer, asustada y temblando, pues sabía lo que le había pasado, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo: —Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia (Mc 5,21-34).
Para reflexionar
Una mujer se abrió paso entre la multitud para tocar el borde del manto de Jesús. Ella estaba convencida de que Jesús era el único que podía liberarla de su enfermedad y de la marginación que sufría desde hacía bastante tiempo. Cuando la mujer tocó el manto, Jesús se volvió hacia ella y la miró con ternura y misericordia. Fue «un encuentro personal y de acogida, en el que Jesús alabó su fe sólida, capaz de superar cualquier obstáculo y adversidad». ¿Cuál es tu deseo de acercarte a Jesús?
«Jesús no solo cura a la mujer de su dolencia, sino que la libra de sus temores y complejos, le restituye su dignidad y la reintegra en la esfera del amor misericordioso de Dios». ¿De qué miedos sientes que te libera Jesús?
Que el ejemplo de Jesús nos ayude a salir al encuentro de quien está solo y necesitado, para llevar su misericordia y ternura, que sana las heridas y restablece la dignidad de hijos de Dios. ¿Te sientes llamado a compartir la ternura de Jesús con el que sufre?
Una canción para hoy
— La misericordia. Hakuna Group Music. https://youtu.be/kLnc_0SRQ-?si=5YNIJXKaxxWMKaBe
— En las manos de Dios. Jésed. https://youtu.be/0Mqbw8RjL1Y?si=- uDZQEvCYKqKhKBc
Compromiso
Te invito a que hoy intentes confiar en Jesús y te dejes tocar por él, dedícale 10 minutos de tu jornada y plantéate cómo puedes usar tus manos para servir a los demás, para abrazar o consolar y realiza varias acciones relacionadas con las manos hacia aquellas personas que se encuentren cerca de ti.
Oración
Señor Jesús, dame una fe fuerte como la de la hemorroisa, que confiaba en que solo con tocar la orla de tu manto iba a quedar sana. Te confieso que yo no tengo la misma fe. Ayúdame a confiar en ti, en tu amor y en tu poder. Que tu misericordia me toque tan profundamente que me convierta en un testimonio de tu amor y misericordia, para así, ser plenamente feliz amándote y ayudando a otros a encontrar su felicidad a tu lado. Para llegar a ser para ti, en los hermanos. Amén.